Moscú, Rusia.  La guerra dialéctica entre Rusia y Occidente se libra también en los libros de historia. En los meses previos al 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial tiene lugar una contienda no menos encarnizada protagonizada, entre otros, por el presidente ruso, Vladímir Putin, sobre el lugar que debe ocupar cada uno de los países en los anales de la lucha contra la Alemania nazi.

«Taparemos la boca a quienes tratan de reescribir la historia, de presentarla falsamente y de minimizar el papel de nuestros padres y abuelos que defendieron la patria y prácticamente a todo el mundo de la peste parda», dijo Putin en alusión al color de las camisas del uniforme del partido nazi alemán, al reunirse hace una semana con supervivientes del sitio de Leningrado (1941-44).

Aunque ya había denunciado en numerosas ocasiones la profanación de los monumentos y tumbas de los soldados soviéticos en Europa del Este, y las marchas de antiguos voluntarios del Ejército alemán en los países bálticos, el Kremlin ha lanzado en los últimos meses una agresiva campaña contra la revisión de su versión de la historia.

EURODIPUTADOS EQUIPARAN NAZISMO CON COMUNISMO

El detonante fue la resolución aprobada en septiembre pasado por el Parlamento Europeo en el que equiparaba los crímenes del nazismo con los del comunismo, con especial hincapié en el estalinismo.

Lo que indignó particularmente a Moscú fue que los eurodiputados le acusaran de revisionismo, de rechazar su responsabilidad en la firma del pacto Mólotov-Ribbentrop -suscrito por la Unión Soviética y la Alemania nazi el 23 de agosto de 1939- y de querer echarle toda la culpa a Polonia, los bálticos y Occidente como «los verdaderos instigadores de la Segunda Guerra Mundial».

Según la resolución, la guerra fue «resultado directo» del «infame» pacto y sus protocolos secretos, «que permitieron a dos regímenes totalitarios, que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia».

PACTO MÓLOTOV-RIBBENTROP

Semanas antes y en un intento de convencer a aquellos que seguían negando su existencia -la URSS negó el pacto hasta 1989-, la Cancillería rusa hizo público el documento y el Archivo Federal lo expuso coincidiendo con el 80 aniversario de su firma en Moscú.

La Unión Soviética y Alemania «…discutieron en estricta confidencialidad el asunto de la delimitación de las esferas de intereses de ambas partes en Europa Oriental», señala el documento.

El pacto «comunazi» siempre ha dividido a historiadores, políticos y rusos de a pie sobre la moralidad de pactar con Hitler, pero Putin, que en su momento descalificó el pacto por considerarlo «peligroso» y «dañino», puso los puntos sobre las íes al acusar a Occidente de conspirar para dejar a la URSS sola ante la amenaza nazi.

PUTIN CULPA A OCCIDENTE

«La URSS aceptó firmar el documento sólo después de que se agotaran todas las opciones y fueran rechazadas todas las propuestas soviéticas para crear un sistema de seguridad común, una, de hecho, coalición antifascista en Europa», replicó Putin.

Al reunirse en diciembre con los líderes de los países del espacio postsoviético, Putin les mostró documentos que apoyan la tesis de que fueron los países occidentales quienes provocaron la guerra con su política de apaciguamiento con la Alemania nazi y desglosó todos los pactos firmados por los países europeos con Hitler: Polonia en 1934; Reino Unido en 1935 y 1938; Francia en 1938 y Lituania y Letonia en 1939.

«La división de Checoslovaquia fue tremendamente cruel y cínica. De hecho, fue un saqueo y se puede afirmar que precisamente el Acuerdo de Múnich fue el momento clave en la historia después del cual la Segunda Guerra Mundial se volvió inevitable», resaltó.

Admitió que en el pacto suscrito en presencia de Iósif Stalin, «hay una parte secreta sobre la división de ciertos territorios», pero denunció que Moscú no sabe qué incluían otros acuerdos firmados con Hitler, ya que los europeos se niegan a desclasificarlos.

«Sea la que la sea la opinión que uno tenga de Stalin, no se manchó reuniéndose con Hitler. No se reunió con él. Y los líderes de países occidentales sí lo hicieron», comentó.

POLITIZACIÓN DE AUSCHWITZ

Los cruces de declaraciones de los últimos meses ya han tenido sus consecuencias, especialmente en las relaciones entre Rusia y Polonia. Putin declinó viajar mañana, lunes, al 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, lugar al que sí viajó en el pasado.

Mientras Putin llamó «cerdo antisemita» al entonces embajador polaco en Berlín, Jozef Lipski, por apoyar la aniquilación de los judíos, el Gobierno polaco puso recientemente en duda el papel del Ejército Rojo en la liberación del campo de exterminio.

Eso decepcionó, en particular, a Iván Martinushkin, el oficial soviético que comandaba la unidad que liberó el campo el 27 de junio de 1945 y que tenía previsto viajar a Polonia a sus 96 años para visitar una vez más Auschwitz si su delicada salud se lo permitía.

Incluso el expresidente polaco Lech Walesa llamó a Varsovia a invitar oficialmente al jefe del Kremlin y a reconocer la «verdad histórica» de que fueron los soviéticos quienes liberaron Auschwitz.

HOLOCAUSTO EN JERUSALÉN

En su lugar, Putin prefirió ir esta semana a Jerusalén, donde aprovechó para recordar a los europeos que colaboraron con los nazis en la persecución y exterminio de los judíos por todo el continente.

Recordó que no sólo los nazis servían en las «fábricas de la muerte» y mencionó a Ucrania, Letonia y Lituania, donde fueron aniquilados casi dos millones de judíos.

Con el fin de contrarrestar la actual corriente revisionista, adelantó que publicará en breve un artículo al respecto y anunció la creación del mayor archivo histórico de la Segunda Guerra Mundial en el mundo.

EFE

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