Evangelio

“Un día Jesús se había apartado un poco para orar, pero sus discípulos estaban con él. Entonces les preguntó: «Según el parecer de la gente ¿quién soy yo?» Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, y otros que eres alguno de los profetas antiguos que ha resucitado.» Entonces les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.»  Jesús les hizo esta advertencia: «No se lo digan a nadie». Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días después resucitará.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia Universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Pío de Pietrelcina, Presbítero de la orden de los Capuchinos. Celebre santo del siglo XX, que tanto aman en Italia y en muchas partes del mundo. Llevó los estigmas de Cristo por más de 50 años. Confesor singular que estuvo acompañado de dones especiales, entre ellos la de conocer rápidamente a sus penitentes y a sus pecados, profetizando el futuro e invitándolos a no esconder sus pecados.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas, capítulo 9, del verso 18 al verso 22. En el que se narra el encuentro de JESÚS, con sus discípulos, para preguntarles acerca de lo que decía la gente del pueblo sobre Él y también para saber su opinión personal de quien era Él para ellos. Las respuestas son variadas, porque esa eran los pareceres de la gente, sin embargo, Pedro da una respuesta certera: «Tú eres el Cristo de Dios.» (Lc 9,20). JESÚS aparte de advertirles de que no se lo dijeran a nadie, también les informa sobre el inicio de Su Pasión, para poder llegar a la Gloria.

Seguramente que muchos nos preguntaremos: ¿Por qué Jesús hizo esas preguntas a sus Apóstoles? El Evangelio lo dice claramente: porque había llegado para Él, el momento de Anunciarles Su Pasión. Y es que, JESÚS no había venido sólo a Enseñar a los hombres, sino también a Abrirles la puerta que lleva a la Resurrección. Puesto que Sus Apóstoles ahora lo reconocían como el Salvador prometido a Israel, debían también saber que “no hay Salvación si no se vence a la muerte” (1Cor 15,26). Y por eso les informa que el Hijo del hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades, para luego ir al Regazo del PADRE. 

JESÚS añade inmediatamente, que todos hemos de compartir Su Victoria sobre la muerte, y que esto dependerá de la orientación que demos a nuestra vida, Ya que sus seguidores conseguiremos esta victoria cuando elijamos libremente el Camino de la Cruz.  Por eso debemos elegir entre servir o ser servido, sacrificarse por los demás o aprovecharnos de ellos, como dice una oración hecha canción, atribuida a San Francisco de Asís: “Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar”.

Al confrontarnos con el texto vemos que, el Mesianismo de JESÚS, no es el de un guerrero invencible, o la de un poderoso gobernante que impone sus ideas a costa del dolor y del hambre de sus conducidos, sino más bien el del Ungido Misericordioso capaz de acoger a los pecadores, sanar a los enfermos y orientar a la multitud, dando esperanza a todos, para que comprendamos que el sueño por la instauración de la paz y la justicia, no se ha perdido, y que dependerá de cada uno de nosotros el poder juntarnos para que, en comunidad logremos vencer nuestros miedos, y construir la sociedad que soñamos y que aspiramos ver realizada.

Por eso es que es fundamental desempolvar toda la enseñanza que nos ha Traído JESÚS, en torno a los valores familiares, los cuales han sido priorizados por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, ya que, si de verdad tuviéramos esa Iglesia Doméstica bien consolidada, entonces tendríamos una sociedad con menos crisis, y nuestro esfuerzo por buscar y obtener respuesta y soluciones a este calvario que vivimos, sería más expedito.

Porque el pueblo que sufre, no sueña con paraísos imposibles, sino con una vida digna, en la que las necesidades vitales sean satisfechas con el trabajo tesonero de cada uno y la administración de justicia y de los recursos públicos no estén sujetos a los caprichos de sus gobernantes, sino regidas por un estado de derecho. Y eso solo lo podemos lograr si actuamos de acuerdo al Plan de DIOS, que nos los presenta JESÚS, en Su Pasión, Muerte y Resurrección, que quiere un mundo más humano donde la Solidaridad y la Inclusión sean la vía para garantizar la Paz, la Justicia y el Progreso de todos los pueblos del mundo.

De allí que, hoy sea el día para preguntarnos: ¿Nuestra familia es una Iglesia doméstica donde cultivamos los valores cristianos, o más bien somos islas que tratamos de arreglarnos cada uno a nuestra manera? ¿Estamos claros en la importancia de hacer realidad el Proyecto de Vida y de Amor que nos Trae JESÚS, para dar respuesta a esta profunda crisis política, económica, social y de valores que vivimos?

Señor JESÚS, Permítenos creer firmemente en lo que por Tu Misericordia nos has Revelado, y descubrirte en el rostro desesperado de cada hermano que sufre las angustias de tener poco o nada para su sobrevivencia y haz que brote en nosotros el coraje y el desprendimiento necesario para socorrerlo. Amén.

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