«En aquel tiempo, un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?»
El hombre contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.»
El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, tomó el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.» Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Francisco de Borja. Religioso español que fue el tercer prepósito general de la Compañía de Jesús, se dedicó a la predicación y obedeció a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, quien lo había nombrado antes de ser superior general, Comisario de España en las Indias. Nació en Gandía (Valencia), en 1510 y murió en Roma, en el año 1572. Fue canonizado en 1671, por el papa Clemente X. Es el patrón de la ciudad que le vio nacer, Gandía, y las fiestas patronales en su honor se celebran entre finales de septiembre y su onomástica
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 10, versos del 25 al 37. En el que se relata la muy conocida parábola del buen samaritano, o la respuesta correcta para saber quién es nuestro prójimo. El texto se inicia con una pregunta que un maestro de la Ley, le hace a JESÚS, sobre ¿Quién es su prójimo? JESÚS le replica, preguntándole sobre lo que está escrito en la Ley, referente a ese tema. El experto le cita lo que está escrito, pero insiste sobre el tema, porque él esperaba que le asignaran los límites exactos de su deber. ¿A quién tenía que atender? ¿A los de su familia?, ¿a los hermanos de raza?, ¿a otros, tal vez? JESÚS no le responde directamente, sino que le relata una parábola para que él mismo se dé la respuesta.
Es significativo que JESÚS concluye su relato con otra pregunta diferente de la primera: ¿Cuál de estos tres fue el prójimo? Es como si dijera: No calcules para saber quién es tu prójimo, sino déjate llevar por el llamado que sientes en ti y hazte prójimo, es decir próximo a tu hermano que te necesita. Porque mientras consideremos la Ley del Amor como una obligación, no se hará realidad la construcción de un mundo mejor, porque no es el servicio obligado el que DIOS quiere que hagamos, sino el que brote de las entrañas del corazón tal como nos lo ha enseñado JESÚS con su ejemplo.
También es importante tener en cuenta que el amor al prójimo no consiste solamente en conmoverse ante la miseria del otro, es decir en preocuparse, sino que hay que ocuparse de sus necesidades. Nótese cómo el samaritano se detuvo a pesar de lo peligroso que era aquel lugar, curó las heridas del moribundo, lo montó en su cabalgadura, lo llevó a la hospedería, pagó y se comprometió a costear todo lo que fuera necesario. Más que “hacer una obra de caridad para tomarse la foto”, se arriesgó sin reserva ni cálculo, y esto con un desconocido.
Al confrontarnos con el texto, vemos que una vez más JESÚS nos hace ver, que muchas veces, los que aparecen como funcionarios de la religión o los que se creen cumplidores de la Ley no saben amar, porque actúan con muchos prejuicios o normas sociales bien deshumanizadas. Fue nada menos que un samaritano, es decir, un extranjero que los judíos consideraban un hereje, quien se hizo cargo del hombre herido. Sin lugar dudas que esta parábola no nos es ajena, porque hoy son miles de mujeres y hombres que son golpeados y despojados continuamente de sus pertenencias y de su dignidad, mientras van avanzando por los caminos de la vida y también somos miles los que permanecemos indiferentes y si nos preocupamos no nos ocupamos, quizás por miedo o quizás porque no lo creemos parte de nuestras obligaciones cristianas.
De allí que hoy es el día para revisar nuestra actitud ante estos hechos que desdicen mucho la existencia de una comunidad cristiana que debería estar en la vanguardia, no solo tratando de solventar los múltiples problemas sociales que estamos padeciendo, como en efecto lo hacemos. Pero también tenemos que estimular y orientar la participación ciudadana en la lucha por el rescate de los derechos humanos elementales en esta hora menguada que vive nuestra sociedad.
Señor JESÚS, ayúdanos a entender que todos nuestros semejantes son nuestros prójimos, y que por muy andrajoso y por muy canalla que nos parezcan, deben contar con nuestra acción decidida para servirles y amarlos, porque esa es la Misión que tenemos cada uno de Tus seguidores. Amén.
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