Los más agoreros daban ya por descontada la victoria de Tadej Pogacar en el Mont Ventoux y, con ella, la estocada definitiva al Tour de Francia, pero el esloveno se limitó a defender su renta y solo al final aceleró para arrancar dos segundos más al danés Jonas Vingegaard.
Hay quien ve en su actitud una superioridad tan grande que no quiere correr ningún riesgo innecesario, pero por la rendija de esa duda han entrado otras especulaciones.
¿Y sí Pogacar está enfermo? El campeón del mundo dijo durante la jornada de descanso que tiene alguna molestia en la garganta y tras la etapa del Ventoux compareció en el podio con un pañuelo al cuello que abunda más en esa teoría.
Él le resta importancia a ese asunto y se muestra seguro de sus fuerzas. Respondió bien a los tres ataques que lanzó el danés en las rampas del ‘Gigante de Provenza’, pero no fue más allá. «Pude responder a los ataques de Jonas sin demasiado esfuerzo, estoy muy tranquilo», aseguró.
En contra de lo que había dicho en los días previos, Pogacar no luchó por la victoria. Dejó que la fuga cobrara mucho margen y cuando parecía tenerla a tiro no saltó en busca de su quinta etapa en este Tour, la que le habría permitido inscribir su nombre en una cima legendaria que solo ha sido meta once veces.
Una actitud que contrasta con su insaciable voracidad y que alimenta las especulaciones sobre si Pogacar está al tope de sus cualidades o el desgaste de las dos primeras semanas de Tour, en las que ha acumulado una renta de 4.15 sobre Vingegaard, le puede pasar factura en la tercera.
Su equipo tampoco parece estar en disposición de respaldarle en los momentos más difíciles y Pogacar estuvo solo en el último tramo de la subida, con sus guardaespaldas agotados por el elevado ritmo del Visma de Vingegaard.
Cuatro ataques en tablas
Hasta cuatro veces le atacó el danés, que provocó que el rostro del campeón del mundo reflejara algún gesto de sufrimiento. Teatro para unos, síntomas de debilidad para otros.
El esloveno probó un ataque a falta de kilómetro y medio para la meta, pero no logró descolgar a su rival de su rueda. La sensación es que a estas alturas del Tour, ambos corredores están muy igualados.
Vingegaard aseguró en la jornada de descanso que no da por perdido el Tour y jugó sus peones para proseguir la faena de acoso a Pogacar, que todavía tiene por delante muchos kilómetros en los que defender el maillot amarillo.
Sobre todo en dos etapas alpinas en las que si hay alguna merma física puede salir a relucir y entonces se verá el estado real de cada uno.
El Ventoux podía haber sido la tumba definitiva del suspense del Tour, que ya salió muy tocado de los Pirineos.
A falta de 200 metros para la meta, Pogacar atacó de nuevo para demostrar, una vez más, que tiene mejor aceleración que el danés, pero solo pudo arrancar dos segundos.
El propio Vingegaard reconoció que la etapa refuerza su motivación y su esperanza de que todavía hay cartas que jugar.
Las espadas están en alto y nadie da por terminado el Tour. Jueves y viernes se disputarán dos durísimas etapas alpinas con finales en alto, cinco puertos de categoría especial con 10.000 metros de desnivel en apenas 330 kilómetros.
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