Portachuelo. Ciudadanía, productividad y desarrollo humano

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(Parte I)

En el 2017, mi apreciado, culto y valorado amigo, Ing. Guillermo Mosquera, y el suscrito, fuimos invitados como exponentes del Foro sobre Desarrollo y Derechos Humanos que organizó la Universidad Bicentenaria de Aragua, San Félix, Estado Bolívar, Venezuela. Me tocó abordar el tema del título de hoy de mi columna y que trataré, en lo posible, de resumir y compartir en dos ediciones seguidas; dada la importancia de ayer, de hoy y de siempre del desarrollo humano integral como factor determinante para asegurar la prosperidad, la seguridad y el bienestar social de las poblaciones.

Desarrollo Humano

Lo defino como aquel que sitúa a las personas en el centro del plan del desarrollo de una nación; potenciándoles sus fortalezas, sus condiciones, sus posibilidades, y oportunidades en libertad para asegurar y vivir la vida que valoran y merecen. La posibilidad humana de tener salud, educación, trabajo digno y decente, seguridad y libertades plenas.

La diferencia entre los países con alto desarrollo y países con bajo desarrollo humano-social, radica en que los primeros, los desarrollados, se han concentrado en garantizar esas condiciones con reglas de juego claras de inclusión e integración de todos los habitantes. Este hecho explica el por qué ellos muestran buenos resultados en productividad y calidad de vida integral.

Una sociedad que deja al desarrollo humano en un segundo plano, que se enfoca preferentemente en la rentabilidad estatal, es una sociedad que está altamente limitada y condicionada de prosperar.

 Las naciones exitosas se han caracterizado por contar con instituciones democráticas funcionales, garantes de desarrollo sustentable. Creando oportunidades de trabajo y garantizando educación y salud básica, seguridad natural y jurídica, y respetando y haciendo respetar leyes y normas para los distintos actores políticos, económicos y sociales. Dejando al mercado libre la solución de los problemas económicos de la población. Excepto, la de los grupos sociales más vulnerables que requieren de atención directa del Estado mientras sea necesario.

Un estado respetuoso de la propiedad privada y la vida de los habitantes genera condiciones fiables y seguras para que las inversiones internas como externas sean atraídas.

¿Cumple Venezuela con esas premisas de desarrollo humano-social? La respuesta, sin duda, es NO. Veamos ¿por qué?

  1. El Estado y el régimen no considera como centro del desarrollo de la sociedad venezolana a los venezolanos sino a la revolución (la ideología). Los ciudadanos son obligados a deberse a ella.
  2. El Estado y el régimen no considera ni valora al trabajo libre como motor de desarrollo para la creación de riqueza económica y humana. Es intervencionista y controlador “per se” del sector privado.
  3. El Estado y el régimen no actúa como facilitador de progreso y desarrollo nacional. Por el contrario, crea barreras y trabas de todo tipo. Solo los que están alineados a sus intereses ideológicos tienen algunas facilidades y oportunidades, pero limitadas. No garantiza libertad personal y jurídica ni respeta derechos laborales, derechos económicos, derechos políticos, derechos humanos de todos por igual. (Continuamos en la próxima edición).

“El progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho”. Wayne W. Dyer

 

Rene Núñez Rodríguez       

 

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