‘Cazador de viento’

La evolución del aire acondicionado resulta llamativo ante los métodos que han desarrollado las diversas civilizaciones para contrarrestar las altas temperaturas, desde los ventiladores de la antigua China, el consumo de nieve en Roma, hasta los canales de enfriamiento en las villas árabes.

Sin embargo, hace varios siglos, los persas ya habían ideado una solución conocida como el ‘cazador de viento’, capaz de enfriar espacios internos eficazmente, logrando diferencias de hasta 16 grados respecto a la temperatura exterior.

Estas estructuras, con una antigüedad estimada de 1.500 años, tienen sus raíces en el antiguo Egipto, pero fue en Mesopotamia, actual Irán, donde su uso se perfeccionó y popularizó.

Las torres de viento se caracterizan por tener diversas aperturas diseñadas para capturar el viento, clasificándose en unidireccionales, bidireccionales y multidireccionales, según la disposición de estas aberturas.

Estos sistemas representaban una forma de refrigeración pasiva altamente optimizada.

Los ingenieros de la época entendían que los ángulos agudos beneficiaban la separación del flujo de aire, siendo más eficientes que las figuras redondeadas. Además, era posible modular el flujo de aire para prevenir la proliferación de enfermedades o la entrada de arena durante las tormentas.

Funcionamiento de la torre

El principio de funcionamiento es relativamente simple: la altura de las torres es crucial para captar aire puro y generar un efecto de chimenea.

El aire fresco capturado se dirige hacia el interior, trasladando el aire caliente hacia arriba y fuera de la estructura, gracias a la flotabilidad térmica, donde el aire frío, al ser más denso, desciende y el caliente asciende.

Adicionalmente, los persas crearon los qanats hace aproximadamente 3.000 años, una técnica de irrigación subterránea que también contribuía a la climatización de las viviendas mediante la convección.

Sistema eco amigable

En la actualidad, el interés por estos sistemas de ventilación natural se ha reavivado, especialmente en el contexto del cambio climático y la búsqueda de reducir la huella de carbono.

Estas soluciones ancestrales están siendo consideradas para su aplicación en construcciones modernas, demostrando su capacidad para disminuir la temperatura interior entre 8 y 16 grados en comparación con el exterior, lo que representa un ahorro energético significativo.

Investigaciones han mostrado que la implementación de estos sistemas puede reducir hasta un 23.3% el consumo energético de un edificio.

Dado que la ventilación mecánica convencional es responsable de una quinta parte del consumo eléctrico global, las alternativas de refrigeración pasiva como los cazadores de viento se perfilan como opciones viables y sostenibles.

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