San José del Guaviare (Colombia).- Dentro y fuera de Colombia, el Guaviare es conocido por la deforestación y «por la situación de violencia», pero este departamento lucha por conservar su biodiversidad con proyectos innovadores que demuestran que sí se puede vivir sin tener que tumbar la selva amazónica.

«Nos ha costado muchísimo trabajo convencer a alguien al otro lado del mundo de que aquí ya no hay guerra, que es un lugar seguro (…) Nos están dando mucha visibilidad negativa, en lugar de darnos visibilidad positiva», lamenta Ricardo Alexis Miño, fundador de Lodge Ecopradera.

Entre los potreros que copan las hectáreas de las afueras de San José del Guaviare, la capital del departamento, se encuentra un pequeño paraíso de conservación. «Estamos rodeados de fincas ganaderas, por eso aquí hay tanto animalito, es como su resguardo en medio de toda esta área», cuenta a Efe Miño, fundador en 2017 de una empresa catalogada como negocio verde gracias a sus prácticas de sostenibilidad.

Cuando el papá de Miño compró la finca no era más que un rancho para ganadería, pero él la recuperó y ha sembrado más de 4.000 árboles para emprender una empresa «dedicada a todo el tema de turismo muy enfocada a generar conciencia ambiental y sostenibilidad», cuenta.

En el predio de Miño, que llegó hace unos 20 años con sus papás a la región y tiene unas 60 hectáreas, las cabañas funcionan con energía solar, tienen baños secos y cuentan con un acueducto por gravedad, todo enfocado a «grupos pequeños para generar la conexión de la persona con el lugar, no solo venir al Guaviare por una foto, que es en lo que lamentablemente se está convirtiendo el turismo».

«Todo es muy bonito, todo es hermoso, pero estamos dejando a un lado el tema de la conservación de los lugares», ignorando además que «la conservación es una buena herramienta para generar recursos económicos (…) Varias personas hemos tomado el turismo en el departamento como una buena herramienta de conservación», afirma.

ALIANZA AMBIENTAL

Aquellos que han emprendido la senda de la sostenibilidad y conservación han tenido que buscar la manera de asociarse «y empezar a hacer lo que muchas veces la Gobernación no han querido hacer (…) Tenemos ausencia total de la Gobernación en este sentido, pues tenemos dirigentes que le apuestan a la ganadería extensiva y no a la conservación».

Quien sí ha colaborado con estos proyectos, continúa Miño, es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), que tiene la función de «ejercer el control y la vigilancia de los recursos naturales como autoridad ambiental», pero tiene la particularidad de ser una «corporación de desarrollo sostenible», dice su director en Guaviare, Orlando Castro Acosta.

El Ejército y la fuerza pública también se han comprometido con la concienciación ambiental en una maltratada región que ha sido víctima de la deforestación durante décadas.

Para eso, como parte de la Operación Artemisa, la Brigada de Selva No. 22 implementó en sus labores diarias acciones relacionadas con la conservación, como el vivero instalado en el batallón en el que los soldados cultivan plantas y árboles nativos que posteriormente plantan o entregan a los guaviarenses.

Según el coronel Giovanni Tauta Ramírez, se ha logrado evitar la deforestación de aproximadamente 2.000 hectáreas de selva con Artemisa, que también contempla la instalación de puestos de control ambiental del Ejército para evitar el tráfico ilegal de madera o pescado.

Además, en estos puestos el Ejército busca crear conciencia ambiental en la población mediante la entrega de volantes en los que se advierte de las consecuencias incluso penales que puede tener cualquier daño al medio ambiente, no solo deforestando.

Asimismo, reparte las plantas y árboles cultivadas en el vivero con la esperanza de que poco a poco la selva recupere su esplendor.

EXPERIENCIA EN LA SELVA

A unas dos horas de San José del Guaviare, en lo que empezó siendo un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) para guerrilleros de las FARC que dejaron las armas, se encuentra otra atracción turística creada como alternativa al maltrato al medioambiente y a la deforestación.

Los firmantes de paz, ahora habitantes de la vereda Colinas Bajo, crearon cooperativas para ayudar a los campesinos de la zona a que no caigan en la ganadería o la coca.

Para esto, reciben los productos en una planta de procesamiento donde la yuca y el plátano se transforman en semiprocesados mucho más fáciles y baratos de transportar para vender en el resto del país.

Con estos productos empacados al vacío buscan «generar un encadenamiento económico y darle la oportunidad a los campesinos de que puedan vender su producto en una parte más cercana, porque las condiciones de vías y de producción en el departamento no son las mejores» cuenta Michael, firmante de paz y líder social.

Pero los firmantes de paz tienen más proyectos. Justo en la entrada del ETCR Jaime Pardo Leal reprodujeron uno de los campamentos que montaban en la selva cuando estaban en armas: el dormitorio, la sala, la fogata y los baños en los que vivían antes de acogerse al proceso de paz transportan al turista por un día a lo que fue la vida guerrillera.

Las alternativas sostenibles y ambientalmente responsables no escasean en el Guaviare, pero quedan eclipsadas por un foco que usualmente está puesto en la deforestación, en la ganadería y en la coca. Frente a esto, tratan de imponerse aquellos que ya han entendido que sin selva no hay futuro.

 

EFE

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