
La presidenta de Tanzania, Samia Suluhu Hassan, fue investida en una ceremonia en la capital administrativa, Dodoma, luego de ser declarada ganadora en las elecciones presidenciales del 29 de octubre por la Comisión Electoral Nacional Independiente (INEC), con un 97,66% de los votos.
Sin embargo, estas elecciones estuvieron marcadas por el bloqueo de los principales rivales políticos, la exclusión de candidatos opositores y una fuerte represión policial que dejó al menos 150 muertos en protestas.
El acto de investidura se realizó a puerta cerrada y contó con la presencia de miembros del gobernante Partido de la Revolución (CCM) vestidos de verde, así como líderes y diplomáticos africanos como los presidentes de Burundi, Zambia, Mozambique y Somalia, y el vicepresidente de Kenia.
Hassan, que se convirtió en presidenta en 2021 tras el fallecimiento de John Magufuli, afronta ahora su primera elección propiamente dicha en medio de un ambiente de fuerte oposición y denuncias de fraude electoral.
Durante la jornada electoral y días posteriores, ciudades importantes como Dar es Salam, Arusha y Mbeya fueron escenario de manifestaciones masivas que denunciaron irregularidades en el proceso, las cuales fueron reprimidas con violencia.
El opositor Partido de Democracia y Progreso (Chadema) rechazó públicamente los resultados y calificó los comicios como ilegítimos, afirmando la existencia de un fraude sistemático y censura.
A pesar de las críticas, la Unión Europea y la ONU han manifestado su preocupación por la violencia, aunque varios líderes africanos ya han felicitado a Hassan por su victoria.
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