Evangelio

“En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad les digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos». 

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta la fiesta, entre otros santos, en honor a Santa Catalina Labouré, quien fue una hija de la caridad y vidente, que supo transmitir el pedido de la Virgen María de crear la Medalla Milagrosa, que hoy en día llevan millones de católicos y no católicos. Nació el 2 de mayo de 1806 y murió en París, el 31 de diciembre de 1876. En 1947 el santo Padre Pío XII, la declaró santa.

Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 8, versos del 5 al 11. En el que, un Centurión romano, militar, invasor, considerado pecador por el pueblo judío, descubre la autoridad de JESÚS sobre los males y dolencias que aquejan al pueblo. Por eso le pide a JESÚS que sane a su criado, porque está seguro que tiene poder sobre la enfermedad y la muerte, que marginan y aniquilan a la persona humana.

JESÚS alaba abiertamente la Fe del pagano en contraste con la falta de Fe de sus paisanos judíos, que no aceptan la propuesta salvífica de DIOS, ya que, sus apegos a la Ley, el Templo, a las tradiciones e instituciones les impiden ver las Buenas Nuevas, que nos ha traído JESÚS. Los paganos, por el contrario, se van abriendo a la novedad del Reino, porque no tienen esa clase de prejuicio, lo que los hace ver con los ojos de la Fe a la Persona de JESÚS, para aferrarse a Él como Fuente de Vida y Esperanza, en la seguridad de ser escuchados, y contrapartida reciben una respuesta certera y oportuna por parte del Señor.

Este es el sentido del episodio que hoy nos presenta Mateo, en el que el centurión, no solicita el milagro para él, sino para su sirviente, pero implora con toda la Fe y con la seguridad de ser escuchado. Pide desde la humildad, “yo no soy digno de que acudas a mi casa”, pero también desde la confianza absoluta: “basta una sola palabra y quedará curado mi criado”. Esta disposición sorprende incluso al mismo JESÚS que reconoce y alaba la profunda Fe del centurión: “En Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Abriendo de esa manera el Mensaje de Salvación al universalismo de toda la humanidad.

Al confrontarnos con el texto, y ubicarnos en el contexto de este tiempo de Adviento que recién estamos comenzando, vemos que es reconfortante el tener como modelo la actitud de Fe de un pagano, como el centurión romano, que, ante la Persona de JESÚS, no duda en anonadarse. Y el saber que él es parte de esa multitud de persona que no formaban parte del pueblo judío, sino más bien de ser pecador o excluido como la mayoría de nosotros. Y que, en medio de sus tentaciones y tribulaciones, reconocieron a JESÚS como el Ungido del Señor.

Una Fe como la del centurión es la que nos lleva a Experimentar el Tiempo de la Gracia del Señor y confirmar el papel protagónico que el Evangelio de JESÚS ejerce sobre nuestras vidas personales y comunitarias, lo que nos invita abrir nuestro corazón y las puertas de nuestras casas de familia y de oración a la acogida de todos nuestros semejantes.

Por eso es que el gran compromiso que tenemos que tener los seguidores de JESÚS en esta primera semana del tiempo del Adviento, tiene que ser la de abrir el Gozo de nuestra comunidad de Fe, por la Presencia del EMMANUEL, el DIOS CON NOSOTROS, para que vengan a nuestra celebración personas venidas de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, para involucrarnos con ellos y exclamar al unísono: “No soy digno que entres en mi casa, pero una Palabra Tuya bastará para sanarnos y liberarnos”.

Señor JESÚS, “no soy digno de que entres en mi casa, ni en mi corazón”, pero hoy más que nunca necesito que me acompañes para vencer todas estas adversidades que nos tienen acorralados, pero no vencidos, ya que solo Tú podrás Salvarnos y librarnos de tantos males que nos agobian.

Amén

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