
Entre dispositivos, pantallas y clics, existe la duda de que la tecnología apague la esencia del docente dentro del aula. Sin embargo, cuando se usa con propósito e intención pedagógica, puede ofrecer nuevas posibilidades para potenciar el aprendizaje, la creatividad y la conexión emocional.
Cuando un docente se enfrenta al reto de conocer una nueva herramienta digital que puede ser útil en su aula, lo hace con una mezcla de emociones que van desde la curiosidad y el temor, surgen los ‘Y sí’. ‘¿Y si no funciona?’, ‘¿Y si no sé usarla?’, ‘¿Y si falla?’, preguntas comunes detrás de un sentimiento compartido: el deseo de hacerlo bien para que nuestros estudiantes aprendan de manera significativa.
La tecnología potencia el aula siempre que el docente la utilice con propósito y amplifica la esencia de enseñar. Incorporarla va más allá de incluir pantallas en los espacios académicos, se trata de abrir nuevas posibilidades para descubrir el conocimiento usándola como un recurso, ya que es un medio para optimizar el aprendizaje, no un fin en sí misma.
Ejemplos
- En lugar de asignar la elaboración de un resumen escrito, los estudiantes pueden crear una infografía digital que sintetice las ideas principales, incluso con organizadores gráficos. Y a partir del producto, que expresen verbalmente lo aprendido.
- Pueden grabar un podcast en formato de audio o video donde hagan reflexión o debate de un tema, fortaleciendo la expresión oral y la argumentación. Partiendo de un guion escrito en el que sinteticen la información.
- Si se va a compartir un documento para que los estudiantes lean previamente, aplicando la metodología Flipped Classroom o aprendizaje invertido, el docente puede enviar un microsite elaborado en Gamma.app. De esa manera presenta la información más atractiva visualmente con posibilidades de mayor comprensión para los estudiantes, sobre todo si su canal de aprendizaje predominante es el visual.
Estas prácticas buscan darle nuevas herramientas al docente para acompañar de una manera más atractiva el proceso de aprendizaje de los estudiantes, que son nativos digitales. Sin excesos, con equilibrio, pueden darles ese toque innovador a las clases.
Y para lograrlo, es fundamental la formación docente, ya que aprender a integrar la tecnología de manera efectiva al aula requiere de ejercitación, esfuerzo y práctica, pero también es necesario el acompañamiento. No se trata de conocer y manejar un conjunto de dispositivos, aplicaciones y herramientas, sino de comprender en profundidad como estas pueden fortalecer el proceso de enseñanza y aprendizaje.
La educación depende de educadores con gran curiosidad para explorar con sentido la tecnología y con la visión de su integración pedagógica, porque ningún programa reemplaza la mirada atenta, la palabra oportuna ni la esencia del maestro. La tecnología es una aliada cuando el docente decide usarla para transformar.
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