Tanto Rubiales como los otros tres acusados, que niegan las acusaciones, renunciaron hoy a su turno de última palabra. Foto EFE

El juicio por un polémico beso que el expresidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales dio a la jugadora Jennifer Hermoso en 2023 terminó este viernes con las dos partes reafirmadas en sus posiciones iniciales: fue consentido según la defensa y no lo fue según las acusaciones.

El proceso quedó visto para sentencia después de nueve jornadas con Rubiales sentado en el banquillo de los acusados, para quien la Fiscalía pide dos años y medio de prisión por agresión sexual y coacciones.

El exdirectivo le dio un beso en la ceremonia televisada posterior a la final del Mundial de 2023, ganado por España. Esto y su actitud desaforada en el palco durante el partido también generó una ola de indignación que rebasó las fronteras españolas y acabó con su salida de la RFEF tras más de cinco años al frente.

La Fiscalía también atribuye coacciones a otros tres ex altos cargos federativos y pide un año y medio de prisión para cada uno de ellos: el exentrenador de la selección femenina Jorge Vilda, el exdirector de la masculina Albert Luque y el exjefe de marketing Rubén Rivera.

Están acusados de hostigar a Hermoso y a su entorno para que dijese que sí consintió el beso de Rubiales y rebajar así lo que algunos han catalogado como «bola mediática».

Tanto Rubiales como los otros tres acusados, que niegan las acusaciones, renunciaron hoy a su turno de última palabra.

Dos versiones contradictorias

Pasaron por el juicio una veintena de testigos, incluida la propia jugadora, que afirmó con contundencia que ni consintió ni hubiese consentido si su «jefe», como ella misma recalcó, le hubiese preguntado si quería recibir un beso.

Una de las principales bazas defensivas de Rubiales fue tratar de demostrar, incluso con una prueba pericial de lectura de labios puesta en duda por las acusaciones, que preguntó a la jugadora si podía darle un «besito». Y ella dijo «vale», según el expresidente del fútbol español.

Pero la jugadora declaró que no oyó tal pregunta y que, si la hubiese oído, tampoco le habría dicho que sí.

«(…) Sabía que me estaba besando mi jefe y esto no ocurre ni debe ocurrir en ningún ámbito laboral o social». Y se sintió violentada y «poco respetada», aseguró la futbolista en el juicio.

Su testimonio vino seguido de declaraciones de compañeras de vestuario como Alexia Putellas, familiares y también algún cargo federativo en las que se apoyaron las acusaciones para argumentar que hubo falta de consentimiento de Hermoso y presiones para que no se acusase a Rubiales.

Testigos más cercanos a Rubiales en su etapa en la Federación dieron una versión más favorable al expresidente, hasta el punto de que uno llegó a llamar a Hermoso «manipulable».

Sin embargo, no dudan las acusaciones ni de que Jenni Hermoso no consintió -fue un «sometimiento», dijo su abogado-, ni de que Rubiales puso en marcha «toda una maquinaria» federativa para tratar de conseguir que la jugadora dijese públicamente que sí lo hizo.

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