Lucas 16,1-13: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, y le vinieron a decir que estaba malgastando sus bienes. Lo mandó llamar y le dijo: «¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no continuarás en ese cargo.» El administrador se dijo: «¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me despide de mi empleo? Para trabajar la tierra no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me quiten el cargo, tenga gente que me reciba en su casa.» Llamó uno por uno a los que tenían deudas con su patrón, y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi patrón?» Le contestó: «Cien barriles de aceite.» Le dijo el administrador: «Toma tu recibo, siéntate y escribe en seguida cincuenta.»

Después dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto le debes?» Contestó: «Cuatrocientos quintales de trigo.» Entonces le dijo: «Toma tu recibo y escribe trescientos.» El patrón admiró la manera tan inteligente de actuar de ese administrador que lo estafaba. Pues es cierto que los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales que los hijos de la luz”.

Yo les digo: «Ganasen amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; el que no es honrado en lo poco, también es deshonesto en lo grande. Si ustedes no fueron fieles en el uso de una pequeña cantidad de dinero, ¿quién les confiará lo que vale de verdad? Si no fueron fiel en lo ajeno, ¿quién les dará lo que le pertenece? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

En este Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal, celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a San José de Cupertino, fue un fraile de la orden menor de los Franciscano, en quien los fenómenos místicos de orden corporal alcanzaron un carácter notorio. Nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino y murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años. Es el patrono de los aviadores, astronautas, pasajeros aéreos, y estudiantes.

 Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 16, versos del 1 al 13. En el que se narra la parábola del administrador astuto, con la cual JESÚS hace un deslinde entre el apego al dinero y la fidelidad a DIOS. La parábola está dirigida a los discípulos de las primeras comunidades cristianas, que probablemente derrochaban dinero o tal vez lo atesoraban de manera egoísta y por eso el Maestro les llama la atención a través de esta parábola, llamado que es válido para los discípulos de todos los tiempos.

El texto finaliza con tres reflexiones o sentencias en torno a la relación con el dinero. En la primera sentencia, exhorta a sus oyentes a utilizar los bienes en favor de los demás, de esta manera se consiguen “amigos”, como en la parábola del administrador astuto, pero no para que los amigo retribuyan el favor recibido, sino para que DIOS actúe como fiador y le reciba en el Banquete de la Vida Eterna.

La segunda sentencia enseña que nadie es dueño absoluto de las riquezas materiales, ya que los bienes de este mundo se tienen en “administración”, y los que sean fieles en la administración de esos bienes en favor de los otros hijos de DIOS, el Señor le Otorgará los Bienes Verdaderos de la Vida Eterna. La tercera sentencia es para llamar la atención sobre el peligro de considerar a los bienes materiales como si fueran un dios que lo puede todo.

 Muy pertinente es saber que griego para escribir la palabra dinero o riqueza se escribe: “manmónas” y “Manmón” es el nombre del dios del dinero, indicando así que fácilmente puede confundirse el dinero con un dios y fácilmente caer en el pecado de la idolatría. Y es que el dinero ofrece a quienes le rinden culto la falsa creencia de que al tenerlo han solucionado todos los problemas de su vida, por lo que los convierte en opresores de sus semejantes y en astutas criaturas de las tinieblas.

 Al confrontarnos con el texto, vemos que se nos hace una invitación a revisar las actitudes tan diversas que suscitan el dinero y la riqueza en el corazón del ser humano. Ya que no se trata de una condena al dinero por ser dinero y a la riqueza por ser riqueza, se trata más bien de un llamado a todos los que nos consideramos seguidores de JESÚS, para que en todo momento sepamos discernir cuál es exactamente nuestra posición en relación con los bienes materiales. Y por eso es que el Maestro nos comparte la enseñanza del empleador que no puede servir a DIOS y al dinero.

Ya que lo ideal es que el seguidor de JESÚS, tenga en el centro de su proyecto el Evangelio de la Justicia, la Fraternidad y la Solidaridad, pero lamentablemente somos de carne y hueso y nos dejamos llevar por las angustias y las ambiciones, y en vez de conformarnos con cubrir nuestras necesidades existenciales y la de nuestras familias, a muchos de nosotros se nos abre un afán desmedido por el tener y el poder, sin ponernos a pensar, que el dinero es un simple medio para la sobrevivencia y no un fin en sí mismo.

Porque, el que ama al dinero más que a DIOS termina haciendo toda clase de males con el fin de acumular mayores riquezas. Por eso es que, el DIOS de la Vida nos muestra como el Camino por la realización del ser humano pasa por la libertad de la conciencia, la solidaridad con los semejantes y la búsqueda del bien común. Es el DIOS solidario que sale al Encuentro del ser humano para enseñarnos a vivir como humanos, y que, sintiéndonos todos hijos de DIOS, podamos todos disfrutar y utilizar las Bondades de Su Creación, en beneficio de todos.

Señor JESÚS, danos la sabiduría necesaria para poder administrar con acierto los pocos o muchos bienes materiales que tengamos, compartiéndolo con nuestros semejantes, y de esta manera hacernos uno Contigo que estas con nosotros en la abundancia y en la escasez. Amén.

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