Jerusalén.- Jerusalén llega al Domingo de Gloria con «pena» y tras una inusual Semana Santa con el inaccesible Santo Sepulcro donde según la tradición cristiana Jesús resucitó como epicentro de otra celebración sin procesiones ni peregrinos.

«Fue la Semana Santa más triste de nuestras vidas», contó el palestino Isa Kasisieh frente a la Basílica cerrada donde no pudo rezar y antes de conmemorar con una comida de Pascua, lentejas y pescado, la resurrección de Jesús.

Perteneciente a una de las primeras familias cristianas de la Ciudad Santa, celebra el Domingo de Gloria siguiendo la rama católica de su madre y el Domingo de Ramos siguiendo el calendario de la rama ortodoxa de su padre: dos efemérides cristianas que Jerusalén vive con una alegría este año oscurecida por el coronavirus.

Otra homilia por el coronavirus

«Y precisamente ahora, en este momento en que sentimos el fuerte deseo de gritar la necesidad común de salvación, se nos impide hacerlo. Y de este modo nos damos cuenta de cuánto necesitamos poder celebrar ese amor que vence cada muerte», remarcó en la homilía el máximo representante de la Iglesia Católica en Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa.

Ante «la tumba vacía» de Jesucristo, ilustró Pizzaballa junto al Edículo que protege la sepultura, «este contexto de miedo e incertidumbre nos ha hecho aún más conscientes de nuestra fragilidad y de nuestras limitaciones».

El prelado ha sido una de los pocas personas que estos días han podido entrar al emblemático templo para oficiar las misas a puerta cerrada y retransmitidas por internet, unos de los escasos eventos que han mantenido en la agenda de esta Semana Santa.

Celebraciones en casa

Ante la falta de eventos públicos y procesiones, el católico Isa, que en árabe significa Jesús, se acercó también al epicentro de la celebración con su hija y los dulces típicos que ha cocinado para comer en familia. Solo, eso sí, los que viven en su casa, por la prohibición de reuniones con la familia extensa.

El barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén despertó con algo más de movimiento que en los últimos días, pero solo en las calles con mercados abiertos donde eran visibles cristianos que, con mascarilla y guantes, compraban los ingredientes de la comida de Pascua.

Así, los católicos de Jerusalén ponen fin a los días de Pasión, que comenzó con un Domingo de Ramos sin ramos, siguió con un Vía Crucis de solo cuatro franciscanos y un apagado día de resurrección, antes de pasar el testigo a los ortodoxos, mayoría entre los autóctonos cristianos de Tierra Santa.

Restringido sábado de la luz

La comunidad ortodoxa la tercera mayor rama del cristianismo comienza sus celebraciones con la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén y con las mismas restricciones y lamentos que los católicos.

Estas restricciones afectarán sobre todo a su día más intenso y emotivo: el emblemático fuego sagrado del Sábado Santo que tradicionalmente viaja después a otros países, pero este año el mundo está cerrado a cal y canto.

Está previsto que solo una delegación de Rusia, Grecia y Ucrania vuelen hasta el aeropuerto de Ben Gurión y, sin salir del avión, reciban el fuego sagrado que, según la tradición, desciende del cielo, prende una llama e ilumina la Basílica del Santo Sepulcro.

La ausencia de peregrinos internacionales, alrededor del 90% de los que participan en las fiestas religiosas, ha cambiado radicalmente el rostro de Jerusalén, vacío y desconocido para quienes lo habitan.

«Aunque es un día feliz, no lo estoy realmente y me está afectando mucho. Pero puedo al menos acercarme y estar fuera de la iglesia y eso me hace especial», reconoció Kasisieh ante el lugar más sagrado para los cristianos, y señaló que celebra las dos efemérides deseando «que el año que viene sea mejor».

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