Wuhan.- Aunque Wuhan parece haberle ganado la batalla al coronavirus, la contienda del relato sigue librándose, y no solo a nivel internacional sino también dentro de China, donde las voces favorables a la gestión del Gobierno son más audibles pero no son las únicas.
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Desde que estalló el brote, el Ejecutivo chino y los medios oficialistas llevan meses tratando de ofrecer una imagen de unidad y normalidad institucional que se cristaliza a través de la difusión de noticias positivas, pero también por la censura a quienes se atreven a contradecirlas.

A esto se suma la guerra de declaraciones que mantienen China y Estados Unidos a cuenta del origen y la gestión del brote: la Casa Blanca ha acusado a Pekín de ocultar datos, mientras que Zhongnanhai, la sede del gobierno chino, critica que Washington no haya tomado medidas a tiempo cuando estaba al corriente de la peligrosidad del virus.

Y en redes sociales como Twitter, prohibida en el país asiático, han circulado vídeos que supuestamente mostraban situaciones dantescas en la forma de contener el virus en Wuhan, la cuna de la epidemia.

En uno de ellos, se mostraba a pacientes esperando turno en hospitales colapsados para ser atendidos rodeados de fallecidos, y en otro las autoridades introducían a la fuerza a una supuesta enferma en una ambulancia bajo un fuerte despliegue policial.

Otros más recientes muestran a supuestos ciudadanos de Hubei provincia de la que Wuhan es capital que, tras viajar a otras provincias, son retenidos por la Policía, o a varios hombres enfundados en trajes blancos que trasladan de noche a un presunto fallecido en una bolsa de plástico.

Todos estos vídeos caen en China en el saco de los «rumores», cuya difusión por Internet es delito desde el 1 de marzo, según recuerdan varios carteles en las mismas calles de Wuhan, y los que llegan a las páginas chinas son eliminados antes de que puedan ser verificados.

La gestión del virus en china, un asunto delicado

Además, Pekín consideró que sus altas figuras debían protegerse de posibles críticas a toda costa, lo que llevó a mediados de febrero a las purgas de los jefes locales del Partido Comunista Chino (PCCh) en la provincia de Hubei y en su capital, Wuhan.

Para apaciguar los ánimos y que las emociones no se desbordasen, fueron reemplazados por dos políticos considerados próximos a Xi Jinping, el presidente del país, quien avisó de que se debía «guiar» a la opinión pública y fortalecer el control informativo.

Un profesor de ciencia política de la Universidad de Wuhan que en un primer momento aceptó una entrevista, rechazó después responder a preguntas sobre estos temas por considerar que trataban cuestiones «delicadas», y que era mejor no hablar con «medios extranjeros».

«Gracias por la comprensión», indica su último y escueto mensaje.

Consultar a los wuhaneses sobre los peores momentos del brote, las secuelas psicológicas de la cuarentena, la gestión de las autoridades o los mencionados rumores puede llevar a situaciones embarazosas: «¿Pero por qué me preguntas sobre esas cosas? La prensa europea debería ser más neutral, no debería bailar al son de la estadounidense», comenta una columnista de moda apodada Lulu.

«Los medios pueden hablar de los puntos negativos si quieren, pero eso no va a ayudar en nada ahora», añade.

Esta ciudadana también critica a los medios chinos por «exagerar y sembrar el pánico» cuando se supo de la existencia del brote.

«Gente que estaba sana se preocupó en exceso y acudió a los hospitales, donde se contagiaron. Creo que el miedo provocó errores, es muy peligroso. Hay que escuchar a los expertos», opina.

Muchos no olvidarán lo que pasó en Wuhan 

Otros residentes de Wuhan se inclinan por destacar la labor de quienes retaron a las élites y denunciaron supuestas negligencias en cadena que habrían llevado a la propagación masiva de la COVID-19.

No en vano, dos «periodistas ciudadanos» que narraban la actualidad de Wuhan, el empresario Fan Bing y el abogado Chen Qiushi, desaparecieron en febrero; y lo mismo les sucedió al joven reportero Li Zenhua, al activista Xu Zhiyong y al profesor de la prestigiosa Universidad de Tsinghua Xu Zhongrun.

«Necesitamos a esa gente. Una sociedad saludable no puede tener una única voz. Estas personas buscaron la verdad sabiendo que podrían acabar en la cárcel», comenta un wuhanés de manera anónima.

Sobre el caso de Li Wenliang, el médico que en diciembre advirtió de la enfermedad y que fue reprendido por «difundir rumores», cree que las autoridades reaccionaron tarde: «Se disculparon luego, sí, pero por la reacción popular tras su fallecimiento. Ahora lo han convertido en mártir como alivio para la gente», añade.

También cree que la mayoría de los wuhaneses pasarán página pronto: «Pero algunos no olvidarán. Quizá son los mismos que estaban ya indignados. O quienes sufrieron por el virus. Nadie quiere hablar de lo que pasó. La gente necesita esas noticias positivas para seguir adelante, olvidar es más fácil que afrontar los problemas», dice este ciudadano.

Sin embargo, opina que «esta actitud puede provocar que la historia se repita algún día».

También ha destacado durante estos meses la escritora Fang Fang, quien ha relatado los aspectos más sombríos de la cuarentena de Wuhan y criticado a las autoridades por hacer creer a la población que el virus se podía controlar con celeridad.

Aunque sus comentarios eran constantemente borrados, muchos wuhaneses buscaban la manera de conseguir las últimas anotaciones de su diario antes de que desaparecieran de la web, mientras que otros la han tildado de «mentirosa y traidora» en las redes sociales.

Ahora, el diario de la autora, de 65 años, va a ser publicado en inglés y en alemán, y ya se puede reservar en Amazon.

Entretanto, Wuhan continúa retomando gradualmente la normalidad tras las once semanas de cuarentena impuestas aunque bajo estrictas medidas de prevención, lo que no impide que muchos residentes salgan a las calles cada día en mayor número.

Los casos graves siguen a la baja 

Por otra parte, la Comisión Nacional de Sanidad de China aseguró este viernes que quedan en el país asiático 144 pacientes en estado grave por la COVID-19, la cifra más baja desde enero.

De ellos, 101 se encuentran en Wuhan, donde hoy se contabilizó la única muerte por la enfermedad, según las cifras oficiales, en el país, una menos que el día anterior.

Además, China detectó 42 nuevos contagios de coronavirus en su territorio (63 en la víspera), de los que 38 se diagnosticaron a viajeros procedentes del extranjero (61 el día anterior), los llamados casos «importados» contra los que Pekín está concentrando sus esfuerzos para evitar rebrotes de la enfermedad.

Así, el número total de infectados diagnosticados en China desde el inicio de la pandemia es de 81.907, entre los que han perecido 3.336 personas y, por el momento, se ha dado de alta a 77.455 personas tras haber superado con éxito la enfermedad.

El pasado 12 de marzo, el gobierno chino declaró que el pico de transmisiones había llegado a su fin, mientras que Wuhan levantó el pasado 8 de abril las restricciones que había impuesto a sus habitantes tras 11 semanas completamente sellada.

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