Tokio Japón. La atleta venezolana Yulimar Rojas, autora de un récord mundial estratosférico en el triple salto (15,67), y el estadounidense Caeleb Dressel, que obtuvo cinco medallas de oro en la piscina, contrajeron méritos bastantes para ser considerados los reyes de los Juegos Olímpicos de Tokio, clausurados este domingo.

Los dos deportistas han sido objeto de admiración universal por sus resultados durante los Juegos de la pandemia y han transmitido un mensaje de esperanza a sus compañeros de todo el mundo, que han sufrido las consecuencias, económicas y deportivas, de duros confinamientos.

UNA SALTADORA DE OTRO PLANETA

Así la definió, en entrevista con EFE, la colombiana Ximena Restrepo, vicepresidenta de World Athletics que fue medallista olímpica de 400 en Barcelona’92: «Yulimar es de otro planeta, va a dejar un récord que va a ser muy difícil de batir».

La doble campeona mundial ha elevado el triple salto a una nueva dimensión, pulverizando, con su marca ganadora en Tokio, un récord mundial que había permanecido intacto durante 26 años en poder de la ucraniana Inessa Kravets con 15,50.

El primero de agosto, el estadio Nacional de Tokio, sin público en las gradas por la pandemia, fue el escenario del vuelo prodigioso de la venezolana, que conquistó con 25 años su primer oro olímpico, después de haber sido segunda en Río 2016, por detrás de la colombiana Caterine Ibargüen.

Yulimar se entrena desde hace seis años en Guadalajara (España) bajo la dirección del cubano Iván Pedroso, cuya escuela ha alcanzado en Tokio un gran éxito al situar en el podio olímpico a dos de sus alumnas. La otra fue la española Ana Peleteiro, bronce.

Prometió «un gran espectáculo» en la final y cumplió al pie de la letra su promesa. Instalada en los 15 metros a modo de campamento base, la caraqueña llevaba dos años coqueteando con el récord mundial, hasta que lo ha roto en la ocasión más señalada, los Juegos Olímpicos.

Era la única del mundo que había superado esa barrera en el último ciclo olímpico, hasta que también lo hizo, en esta final de Tokio, la portuguesa Patricia Mamona (15,01), que obtuvo una recompensa de plata.

Yulimar se fue a los 15,41 metros en su primer brinco, poniéndose ya fuera del alcance de todas sus rivales, y despidió el concurso con el mejor salto de la historia.

DRESSEL POR LA SENDA DE PHELPS

Había llegado a Tokio con seis medallas de oro por objetivo y se va con cinco, más que ningún otro deportista en estos Juegos. Sólo en el relevo mixto se le escapó la medalla (El equipo de Estados Unidos fue quinto). Caeleb Dressel, de 24 años, causó admiración a su paso por el centro acuático.

El nadador de Green Cove Springs (Florida) dominó las otras cinco disciplinas en las que compitió: los 50 y los 100 metros estilo libre, los 100 mariposa y los relevos 4×100 libre y 4×100 estilos.

Dressel, aficionado a tocar el tambor y el ukelele, parece tocado por la gracia divina para convertirse en el heredero de su legendario compatriota Michael Phelps, que se retiró después de los Juegos de Río 2016.

Uno de sus cinco triunfos en Tokio llevó, además, aparejado un récord del mundo, el de 100 m mariposa (49.45), y en la hora de la derrota también demostró grandeza, peleando hasta el último metro del relevo 4×100 estilos aun cuando sabía con certeza que estaba lejos del podio.

Más medallas de oro que él en unos Juegos es un logro que sólo ha estado al alcance de dos auténticos mitos de la natación: Michael Phelps, ganador de ocho en Pekín 2008, y Mark Spitz, que se colgó siete en Múnich 1972.

En Gwangju 2019 logró el récord de medallas en unos Mundiales, con ocho. En Tokio 2020 han sido cinco de oro. El rey de los Juegos.

EFE noticias

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