Adís Abeba.- El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, ha marchado al frente a dirigir al Ejército etíope en la guerra contra los rebeldes de la región norteña de Tigray, informó este miércoles el portavoz del Gobierno, Legesse Tulu.
«El movimiento del primer ministro al frente es una decisión clara y ejemplar de un auténtico líder. No hay nada más etíope. Los etíopes deberían seguir al primer ministro y marchar para salvar al país», afirmó Legesse en una rueda de prensa en Adís Abeba.
El viceprimer ministro y titular de Asuntos Exteriores, Demeke Mekonnen Hassen, se ocupará de las cuestiones gubernamentales de rutina durante la ausencia de Abiy en la capital, precisó el portavoz.
«Otros altos funcionarios del Gobierno también han aceptado el llamamiento del primer ministro e irán a los frentes de guerra. Los líderes que se queden se centrarán en su trabajo habitual y el viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Demeke Mekonnen, coordinará esto», explicó Legesse.
El mandatario, ganador del Premio Nobel de la Paz en 2019, prometió el pasado lunes que, a partir del martes, iba a luchar en el campo de batalla contra los rebeldes tigriños porque en estos momentos el país «necesita sacrificarse».
El mandatario instó a «todos los ciudadanos» a defender el país y «enfrentar al enemigo» en el terreno de combate.
«Es una lucha que determina si vivimos o no. Pero definitivamente ganaremos. Es impensable que Etiopía sea derrotada», agregó Abiy.
El llamamiento del jefe del Gobierno ha calentado los ánimos de personalidades etíopes como el legendario exatleta Haile Gebrselassie, dos veces campeón olímpico de 10.000 metros, quien este martes aseguró a medios estatales que hará todo lo que pueda para ayudar a su país, «incluido ir a luchar».
El atleta Feyisa Lilesa, medalla de plata en el maratón de los Juegos Olímpicos de Río en 2016, también se declaró partidario de ir al campo de batalla.
Abiy lanzó su arenga después de que las fuerzas del Frente Popular de Liberación de Tigray (FPLT) conquistaran el pasado fin de semana la ciudad de Shewa Robit, en la vecina región de Amhara, a unos 220 kilómetros de Adís Abeba, sede de la Unión Africana (AU), entre otros organismos internacionales.
La guerra estalló el 4 de noviembre de 2020, cuando Abiy ordenó una ofensiva contra el FPLT, partido que gobernaba entonces la región, en represalia por un ataque a una base militar federal y después de una escalada de tensiones políticas.
Por ahora, según la ONU, miles de personas han muerto y unos dos millones han sido desplazadas internamente en Tigray, cuyos rebeldes han expandido el conflicto a las regiones vecinas de Amhara y Afar.
El FPLT, que antes de la llegada de Abiy al poder en 2018 dominaba el Gobierno etíope, también ha formado una alianza con otros grupos insurgentes, como el Ejército de Liberación de Oromo (OLA), activo en la región de Oromía que rodea Adís Abeba.
El temor a que los rebeldes puedan tomar la capital del segundo país más poblado de África (más de 110 millones de habitantes) ha impulsado los esfuerzos diplomáticos de la comunidad internacional para conseguir el cese de las hostilidades y una solución negociada.
El enviado especial de la AU para el Cuerno de África, el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo, se ha entrevistado recientemente con los líderes de ambos bandos sin que esas conversaciones hayan dado, de momento, ningún fruto.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, advirtió la semana pasada en Nairobi de que la guerra amenaza la seguridad del Cuerno de África, e instó a las partes en conflicto a volver al «proceso político» para resolver la contienda.
La ONU anunció este martes que sacará a los familiares o allegados de su personal de Etiopía dada la inseguridad que se vive en el país, y países como EEUU, Reino Unido, Alemania o Francia han recomendado a sus nacionales que abandonen Etiopía.
EFE
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