París.- Andrea Petro, hija del presidente electo colombiano que vive desde hace una docena de años en Francia, va a comenzar con la investidura de su padre una misión para ayudar a los emigrantes colombianos en Europa, aprovechando su experiencia personal, y apoyar el retorno de los que quieran volver.

«Yo lo que quiero es trabajar con los colombianos en el exterior», explica en una entrevista a Efe, en la que detalla el alcance de esa misión, que no se traducirá en ningún puesto oficial ni sueldo -sería incompatible por sus vínculos familiares con Gustavo Petro-, sino en una especie de diplomacia paralela, pero de otro orden.

Su acción será dependiente de las directrices que fije el canciller que ha elegido su padre, Álvaro Leyva, se llevará a cabo a través de ONG, que serán elegidas por el departamento de Exteriores, y será diferente de la encomendada a los cónsules y embajadores, que trabajan con las autoridades de cada país.

«Yo -detalla- quiero viajar a Madrid, a Barcelona, donde están las comunidades colombianas más importantes, y escuchar a la gente. Guiarlos e informarlos de lo mejor que yo pueda porque tengo mi experiencia como migrante, que no fue nada fácil».

La iniciativa fue suya porque pensó que con su padre en la Casa de Nariño tenía «la oportunidad de ayudar» aprovechando su nuevo estatus y la visibilidad que le da a nivel internacional. A Gustavo Petro la idea le pareció bien.

SE FUE DE COLOMBIA POR EL ACOSO POR SER HIJA DE PETRO

Esta mujer de 31 años, divorciada y con dos hijas de nacionalidad francesa de 3 y 4 años, llegó a Francia en 2012 para hacer sus estudios y, en parte, para poder escapar al acoso que sentía en Colombia como hija del que ya era entonces una figura política de primera línea que tenía que vivir continuamente protegido por escoltas.

Un acoso que le provocó primero un rechazo de la política porque soportaba mal que «todo el tiempo» la estuvieran «juzgando de buena manera o de la peor manera posible, como son los colombianos» y de que en la escuela algunos compañeros le dijeran que sus padres no querían que hablaran con ella «porque era una comunista».

Ahora todo eso lo ha dejado atrás y ha asumido que forma parte de «una familia política», que la política la tiene «en las venas» y ha decidido ver cómo puede moverse en el terreno de la diplomacia europea y «aportar algo de mi manera y a mi manera».

Afirma que eso no significa necesariamente el comienzo de una carrera política, aunque tampoco cierra la puerta completamente: «Vamos a ver, primero tenemos que trabajar cuatro años». En cualquier caso, asegura que no tiene «aspiraciones» de convertirse en presidenta de Colombia.

De lo que sí está convencida es de que puede «ayudar mucho» a los emigrantes con su propia experiencia personal, ya que desde que se fue a estudiar a Europa, además de obtener una maestría en comercio internacional, que es en lo que trabaja actualmente en el puerto de Fos sur Mer, cerca de Marsella, ha hecho otras cosas.

EXPERIENCIA COMO MIGRANTE SIN PAPELES

Cuenta que llegó a estar en situación irregular, que no podía trabajar, que tuvo que pasar por un proceso legal para obtener papeles, que trabajó cuatro años en un bar e incluso en un McDonald’s: «La gente no se imagina lo que pude haber pasado, pero yo pasé por muchas cosas».

Andrea trata de desmontar algunos infundios que corren sobre el nivel de vida la familia Petro, de los que afirma que son falsos, porque «nosotros no tenemos dinero», que tienen que mirar y contar mucho para comprarse los billetes para sus viajes -«la mayoría de las veces nos invitan»- y que, por ejemplo, una casa en Florencia (Italia) en la que se ha alojado a veces su padre es de un amigo de éste.

La segunda parte de su misión sería elaborar un plan de retorno para los emigrantes que quieran volver a Colombia, que está en gran medida condicionado al éxito del programa político de su padre para acabar con la violencia y con la pobreza que han llevado a millones de personas a irse del país.

«Lo que queremos hacer -dice- es darles más oportunidades a las personas en el país para que no se vayan y darles oportunidades sobre todo para las personas que estudian en el extranjero para que puedan volver al país y brindar los conocimientos que puedan tener durante su experiencia estudiantil y que puedan beneficiar al país».

Para eso, reconoce que «lo primero es estabilizar el conflicto armado», algo que «no será inmediato». Pero se muestra esperanzada en que «de aquí a dos años» eso se habrá podido solucionar.

Ángel Calvo EFE

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