Los besos podrían tener un origen sorprendentemente remoto. Así lo indica un estudio de la Universidad de Oxford publicado el 19 de noviembre de 2025 en la revista Evolution and Human Behaviour, que sugiere que los simios —y posiblemente también los neandertales— ya se besaban hace entre 16,9 y 21,5 millones de años.

Para Matilda Brindle, coautora de la investigación y bióloga evolutiva, se trata de «la primera vez que alguien adopta una perspectiva evolutiva amplia para examinar los besos», un comportamiento que, pese a su aparente universalidad en los humanos, había sido poco abordado desde un prisma biológico.

Un comportamiento social con riesgos y misterios

El origen del beso, ya sea sexual o afectivo, continúa siendo motivo de debate. Históricamente, ha sido considerado un enigma evolutivo debido a los riesgos que conlleva —como la transmisión de enfermedades— sin que sus ventajas reproductivas o de supervivencia resulten evidentes.

Los autores del estudio definieron el beso como un «contacto boca a boca no agresivo que no implicaba transferencia de alimentos». Bajo esta premisa, proponen que se trata de un rasgo antiguo y persistente entre los grandes simios.

Los grandes simios modernos todavía se besan

El equipo recopiló datos sobre primates actuales, incluidos chimpancés, bonobos y orangutanes, a quienes han observado besarse en diversos contextos sociales.

Posteriormente, asignaron este comportamiento al árbol genealógico de los primates, simulando diferentes escenarios evolutivos para estimar en qué momento pudo aparecer, explica DW en Español.

Stuart West, coautor del estudio y profesor de biología evolutiva, destacó que integrar datos conductuales con modelos evolutivos permite estudiar rasgos que no dejan registro fósil, como los besos.

“Esto nos permite comprender el comportamiento social en especies modernas y extintas”, señaló.

Evidencias que alcanzan a los neandertales

El análisis también apunta a que los neandertales, quienes coexistieron con el Homo sapiens en Eurasia, probablemente tenían la costumbre de besarse. 

Esta hipótesis se apoya en estudios previos que demostraron que ambas especies compartían microbios bucales —a través del intercambio de saliva— y material genético.

Para los científicos, estas coincidencias fortalecen la idea de que el beso no es un invento reciente, sino un comportamiento profundamente arraigado en la historia evolutiva de los primates.

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