Brasilia.- El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, frustró a buena parte de su base política al sugerir para ocupar una vacante en la Corte Suprema a un juez conservador y católico, pero no «terriblemente evangelista», como prometió en 2019.
La postulación del juez Kassio Nunes Marques, que aún deberá ser confirmada por el Senado, fue oficializada este viernes en el Diario Oficial y muy mal recibida por la ultraderecha y líderes de iglesias evangelistas que tienen una creciente influencia y son uno de los pilares de la estructura política que aupó a Bolsonaro al poder.
Si es confirmado por el Senado, Nunes pasará a integrar el grupo de once miembros del Supremo, corte constitucional pero que también juzga en lo penal a políticos amparados por fueros.
Ha sido propuesto para ocupar la vacante que deja Celso de Mello, un magistrado de ideas progresistas que ingresó al tribunal en 1989 y se jubila al llegar a los 75 años, edad límite para los jueces en Brasil.
Si bien Nunes es conocido como conservador, en círculos jurídicos se elogia su carácter técnico, su discreción y el garantismo de sus decisiones, que para muchos críticos puede favorecer a políticos acusados de corrupción, que están en todo el espectro ideológico.
UN GUIÑO A LOS NUEVOS AMIGOS DEL CENTRO
Bolsonaro ha dedicado los últimos meses a intentar construir la base parlamentaria que no tuvo en su primer año y medio de gestión, lo que le dificultó la gobernabilidad y causó enormes fricciones con el Parlamento y hasta el Supremo, al punto de que sus seguidores más radicales le llegaron a exigir una «intervención militar».
Frente a esa situación y la posibilidad de llegar a ser sometido a un juicio político por su negacionismo frente al coronavirus, que ya ha causado más de 144.000 muertes en Brasil, Bolsonaro se acercó a partidos de centro que dominan el Parlamento y promocionaron ahora la candidatura de Nunes para el Supremo.
De hecho, uno de los primeros en celebrar la sugerencia de Nunes fue el senador Ciro Nogueira, influyente caudillo del centro y, como muchos otros líderes de esa corriente, con un juicio pendiente por corrupción ante el Supremo.
«Quienes le conocen saben de su competencia y compromiso», afirmó Nogueira, del estado de Piauí, donde nació Nunes y antiguo bastión de la izquierda, al que Bolsonaro vuelca ahora fuertes inversiones pensando en apuntalar su posible reelección en 2022.
LA LAVA JATO EN EL LIMBO Y EL SILENCIO DE LA IZQUIERDA
El cambio en el Supremo se da cuando la corte se apresta a juzgar demandas que pueden anular decisiones de la operación anticorrupción Lava Jato y del exjuez Sergio Moro, quien luego fue ministro de Justicia con Bolsonaro y renunció enemistado con el gobernante, al que acusó de presiones ilegales sobre la Policía Federal.
Las presiones sobre la Lava Jato también llegan desde la Fiscalía General, cuyo titular, Augusto Aras, nombrado por Bolsonaro, pidió acabar con el «fundamentalismo punitivo» de la Lava Jato, que hoy le apunta al centro pero ya barrió a la izquierda, al extremo de llevar a prisión al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
El talante garantista de Nunes da esperanzas a muchos políticos que están en la mira de la Lava Jato y son tildados de «comunistas» por una ultraderecha que ve a la hoz y el martillo en todo lo que se le opone.
La izquierda se ha mantenido en silencio y en parte se cree que eso se debe a que el magistrado es un viejo amigo del gobernador de Piauí, Wellington Dias, del Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, en cuyos Gobiernos fue promovido a tribunales superiores.
Tras pasar 580 días en prisión, Lula responde ahora en libertad a penas que, en segunda instancia, ya acumulan casi 25 años de prisión y que sus abogados pretenden anular en el Supremo, por una supuesta «parcialidad política» de Moro y la Lava Jato.
LA BIBLIA DEBE ESPERAR
En la ultraderecha, muy activa en las redes sociales, la elección de Bolsonaro fue recibida por algunos como una «traición».
El escritor Olavo de Carvalho, cercano al gobernante y una suerte de gurú de los más radicales, fue sarcástico: «Parece que Bolsonaro jamás será Presidente de la República. Apenas un honesto inspector de obras públicas», escribió en Twitter.
Más duros fueron algunos pastores a los que Bolsonaro prometió el año pasado que el próximo miembro del Supremo sería «terriblemente evangélico», porque «el Estado es laico», pero «los brasileños son cristianos».
El pastor Silas Malafaia, tan próximo a Bolsonaro que hasta lo casó en 2013 con su actual esposa, Michelle, en un rito evangelista, calificó la elección del mandatario como «un absurdo vergonzoso».
Según Malafaia, líder de las Asambleas de Dios, el movimiento pentecostal con más fieles en Brasil, el próximo miembro del Supremo «ni tenía que ser evangélico, pero por lo menos terriblemente de derecha, y no un socialista».
«Es una decepción general» que favorece «al centro, la izquierda, los corruptos y a quienes son contra la Lava Jato», afirmó.
Frente a ese malestar, Bolsonaro consideró una «cobardía» los «ataques» a Nunes, pero renovó su promesa y aseguró que en 2021, cuando se jubilará otro miembro del Supremo, entonces sí optará por un magistrado «terriblemente evangélico».
EFE
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