Vecinos viven en una situación crítica en sus casas, la ayuda social llega, sin embargo, se queda en el consejo comunal. Foto: Níger Martínez

En la parroquia Vista al Sol, en San Félix, yace olvidada una pequeña comunidad que clama por ayuda, cuyo sector lleva por nombre: Las Piñas de Cacahual. Más de 100 familias, quienes desde siempre han llamado a esta comunidad su hogar, hoy enfrentan un aislamiento que parece no tener fin.

La única calle que conecta esta comunidad con el resto del mundo es una suerte de prueba constante.

Apenas comienza a unos metros de la ruta 2 y Las Morucas, pero pronto se convierte en un camino que parece imposible de transitar para vehículos. Grandes charcos y huecos, acumulaciones de agua que brotan de un manantial cerca, y el continuo fluido que avanza por entre los fondos de algunas casas, desembocando en el río Yocoima, hacen que la única vía sea casi un sendero para motocicletas, y difícil incluso para los vecinos.

Hace poco, las corrientes de una quebrada derrumbaron el puente que permitía cruzar hacia otras partes, aislando por completo a las familias, ahora, para ellos no hay paso seguro.

En época de lluvias, cuando los aguaceros azotan con fuerza, la situación se agrava, y la comunidad queda prácticamente incomunicada, cortaron un árbol y el tronco quedó atravesado en la vía.

Además, la falta de servicios básicos se hace más evidente cada día. Los propios lugareños han debido ingeniárselas para instalar postes de madera y cables de aluminio con los cuales llevar electricidad a sus hogares, aunque saben que estos arreglos caseros representan un grave riesgo para la seguridad de todos.

En medio de este panorama, los reclamos por la asistencia social no se hacen esperar. Sin embargo, según denuncian, cuando las ayudas llegan a este aislado rincón, no siempre son distribuidas con justicia, y muchas familias quedan sin recibir siquiera la atención más básica.

Falta de todo

Luis Beltrán Vargas, uno de sus habitantes nativos y agricultor, describe con tristeza la realidad que enfrentan: “La comunidad carece de todo pero la luz es muy importante en el barrio”.

Luis recuerda con cierto brillo de esperanza que durante el gobierno del exalcalde José Ramón López el sector recibía atención. Sin embargo, esa etapa terminó y con ella llegó el abandono. La única calle que conectaba la comunidad quedó bloqueada, la maleza comenzó a invadirlo todo y el viejo puente finalmente se cayó, dejando a las familias incomunicadas.

“No teníamos otra opción. Nos las ingeniamos para obtener luz”, contó Luis con una mezcla de resignación y lucha. Relató cómo con pedazos de guayas de aluminio y viejos postes de madera extendieron la corriente eléctrica desde la zona externa hasta sus hogares. Pero esa luz, que debería ser símbolo de progreso, es peligrosa y frágil. Los cables improvisados representan un riesgo constante, especialmente para los niños, y las fallas en el servicio dañan electrodomésticos que luego cuesta caro reponer.

Desde Las Piñas de Cacahual hacen un llamado urgente a Corpoelec: “Queremos un buen servicio, postes instalados de verdad y un tendido eléctrico seguro”. Pero no solo a ellos se dirigen, también suplican a la alcaldía y la gobernación para que “vengan, vean con sus propios ojos y sientan lo que vivimos día tras día”.

Justicia social

Pero no solo la precariedad en la electricidad pinta un panorama sombrío en esta comunidad. Muchos otros vecinos levantan su voz para denunciar que la justicia social nunca ha llegado a este rincón olvidado. Y cuando las ayudas llegan, la equidad parece ausente. “Nosotros vemos cómo la ayuda se queda entre los miembros del consejo comunal, mientras muchas familias que realmente la necesitan se quedan sin nada”, denuncia una vecina que prefiere no revelar su nombre.

Las casas reflejan esa injusticia: techos destruidos, corroídos por el tiempo y la lluvia; cuando cae el aguacero, el agua se cuela sin piedad por los huecos de las láminas de zinc. Los recursos que el Gobierno entrega, como las láminas para reparar, terminan en manos de unos pocos, dejando a la mayoría sin siquiera una protección decente contra la intemperie.

La ausencia de red de aguas negras afecta gravemente la calidad de vida. Solo algunas viviendas cuentan con pozos sépticos, y la mayoría de las personas deben acudir al monte para realizar sus necesidades. Esta situación precaria ha provocado un aumento de enfermedades como el dengue, favorecido por las aguas estancadas y la proliferación de plagas tras las lluvias.

Las Piñas de Cacahual no es solo una comunidad con graves riesgos físicos por la carencia de infraestructura; es también un reflejo del abandono y la desigualdad que sufren numerosas zonas rurales y periféricas. Pero en medio de las dificultades, las familias que la habitan mantienen la esperanza viva: sueñan con caminos accesibles, con servicios dignos y con que la ayuda real, esa que necesita compromiso y acción, llegue para romper las cadenas del abandono.

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