La sangre de Mrinal Kanti Chakraborty todavía mancha el suelo de su casa, en la que un grupo de hombres desconocidos le asesinaron el pasado lunes. Se trata de uno de los al menos tres hindúes muertos en Bangladés en pleno caos dejado por el vacío de poder tras la huida de la ex primera ministra Sheikh Hasina, en un contexto de ataques dirigidos contra este grupo minoritario.
«Hacia la medianoche, un grupo de hombres desconocidos atacaron nuestra casa», relató a EFE en una conversación telefónica su hija de 21 años Priyonti Chakrabarty.
«Yo me escondí pero vi que los asaltantes golpearon a mi padre con una piedra en la cabeza», recuerda.
Tres muertos y nadie para investigar
El profesor de escuela murió en el acto, en su casa situada en el distrito sureño de Bagerhat a la que su familia a penas osa volver, y que está impregnada del olor a sangre que no se atreven a limpiar porque es una prueba del ataque. Su mujer se encuentra gravemente herida, y la hermana mayor de la joven estudiante universitaria también fue agredida.
El problema es que no hay nadie para investigar lo sucedido. Buena parte de los efectivos de la Policía siguen sin aparecer en sus puestos por todo el país, tras su papel en la represión del movimiento estudiantil que derribó a Hasina y dejó más de 400 muertos.
Chakrabarty sospecha de sus vecinos, que podrían haber aprovechado el caos reinante para intentar apropiarse de sus tierras. «Nuestra familia no se siente segura», lamentó.
El de Mrinal Kanti es uno de los tres asesinatos de miembros de la minoría hindú, que representa casi un 8 % de este país de 171 millones de habitantes, confirmados por el Consejo de Unidad Cristiana, Budista e Hindú de Bangladés (BHBCUC).
Monendra Kumar Nath, de esta organización dedicada a proteger los derechos de las minorías, afirmó a EFE que otros dos hindúes murieron un día antes de que Hasina dimitiera y abandonara el país.
Profunda inquietud
A estas tres muertes se añaden reportes de ataques a casas, templos y otras propiedades de la minoría hindú, difíciles por el momento de cuantificar pero que según la organización se han reportado en todos los distritos de Bangladés.
El clima resultante es uno de profunda inquietud para las minorías del país, que en el capitalino templo hindú de Dhakeshwari se ha traducido en un aumento de la seguridad ante el miedo a ataques.
Suman Malakar explicó a EFE desde el patio interior del templo, de 800 años de antigüedad, que la comunidad se ha movilizado a través de las redes sociales para que siempre haya gente presente durante el día.
«Normalmente entre 25 y 30 personas se quedan aquí», dijo, apoyados por vecinos de la mayoría musulmana y los estudiantes detrás de las protestas, que ante la falta de Policía en las calles manejan con gran celo y palos de madera el caótico tráfico de la ciudad desde hace casi una semana.
Los ataques y el temor son mayores en los pueblos, explicó a EFE Shushata Boiragi, de visita en el templo más importante del país asiático. «Vivo en una ciudad así que es más seguro», dijo, «pero mis padres viven en un poblado y tienen miedo de que les roben».
Esta situación ha provocado dos días de protestas consecutivas en el corazón de Daca, la última de ellas el pasado sábado cuando cientos de hindúes exigieron al Gobierno interino del premio Nobel Muhammed Yunus que garantice su seguridad.
«Siempre que pasa cualquier cosa en Bangladés, las minorías acaban siendo las víctimas», lamentó a EFE Kajal Debnath, otro miembro del BHBCUC.
La organización está en contacto estrecho con las nuevas autoridades del país, que incluso les pidieron una lista con los lugares donde se han reportado incidentes, pero según Debnath «la anarquía es total y el único modo de encontrar una salida es enviar al Ejército a patrullar».
Su temor es que se produzca un gran éxodo o que los hindúes decidan abandonar discretamente el país, al subrayar que representaban el 20 % de la población en el momento de su independencia de Pakistán en 1971.
Debnath habló de un gran número de hindúes en zonas fronterizas con la India deseosos de cruzar al país vecino, pero Nueva Delhi formó el pasado viernes un comité para supervisar la situación en la frontera. En la práctica, según reportó ayer el medio indio The Hindu, la frontera está «sellada» y no se ha detectado un cruce masivo de ciudadanos bangladesíes.
El futuro político de Daca está cargado de interrogantes para la minoría hindú, con unas elecciones en el horizonte pero que el Gobierno interino todavía no ha anunciado, y con unas alternativas políticas poco sugerentes.
«Tanto el Partido Nacionalista de Bangladés (BNP) y la Liga Awami de Hasina usan la religión» para ganar votos, dijo Debnath, y el jefe del Ejército afirmó haber hablado, tras la huida de Hasina, con todos los partidos incluyendo al islamista Jamaat-e-Islami.
«Mejor que el Gobierno interino dure un par de años y asiente el espíritu de la juventud» de inclusión, dijo.
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