Washington.- De Brasil a México, pasando por Colombia, el debate en torno a Venezuela no ha sido ajeno a las campañas electorales en América Latina, pero este año el fantasma de que «el socialismo a la venezolana» se instale en EE.UU. ha llegado de la mano del presidente y candidato republicano, Donald Trump.

En medio de una contienda en la que Trump busca marcar una diferencia entre las dos visiones que aspiran a gobernar la primera potencia mundial, el retrato del país petrolero casi en ruinas tras más de dos décadas de un modelo que se denomina socialista busca hacer carrera entre un electorado más preocupado por la crisis económica interna y la pérdida de empleos a raíz de la pandemia.

UN ENEMIGO EXTERNO

El director asociado del centro de pensamiento Atlantic Council para el caso de Venezuela, Diego Area, dijo a Efe que la de Trump es, sin duda, una estrategia «que no es nueva y ha formado parte de su construcción narrativa» desde la campaña electoral de 2016, cuando se impuso a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton.

«Esto no es nada más en Estados Unidos, esto se ha usado en Brasil, en Colombia y en España», opinó Area, quien explicó que la estrategia de «conectar al adversario doméstico con un enemigo externo» sirve para generar cohesión interna en las bases; y en el caso de Trump, con el electorado de Florida.

En ese sentido, el analista apuntó que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, «alzó la bandera de Venezuela como un argumento narrativo duro» durante su campaña, especialmente en contraposición con figuras como los exgobernantes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, muy cercanos al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez.

Lo mismo vivió Colombia en su campaña electoral de 2018, cuando el actual mandatario, Iván Duque, derrotó al senador y exalcalde Gustavo Petro, otro simpatizante de Venezuela; mientras que en México el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha sido criticado por su tendencia de izquierda.

«El miedo siempre en las campañas políticas tiene un rol muy importante para movilizar a las masas a votar», agregó Area.

No obstante, advirtió de los efectos que este tipo de mensajes pueden tener en la diáspora de Venezuela, especialmente en naciones como Colombia, que ha recibido el mayor número de migrantes procedentes del país vecino y donde se han dado casos de xenofobia contra la comunidad venezolana, al igual que en otros lugares.

De ahí que el experto considere necesario que el tema de Venezuela cuente con un apoyo bipartidista en Estados Unidos, en alusión a los republicanos y demócratas del Congreso, para que no se convierta en una arma política de un partido u otro.

Area destacó el respaldo conseguido por el líder político Juan Guaidó, reconocido por Washington como presidente interino de Venezuela, que alcanzó su momento cumbre cuando fue invitado por Trump al Discurso sobre el Estado de la Unión que pronunció ante el Congreso, el pasado 4 de febrero.

VENEZUELA, UN TEMA IMPORTANTE PARA TRUMP

Para el director ejecutivo del centro de ideas conservador Center for a Secure Free Society, Joseph Humire, Venezuela es un «tema de alta importancia para el presidente y, por extensión, para el Gobierno de Estados Unidos».

«Él empezó a hablar de Venezuela muy temprano», subrayó Humire, por lo que descartó que se trate de «algo político» y lo situó entre las cinco prioridades de seguridad del país.

Y, aunque desde su perspectiva, a Trump le hubiera gustado que el problema de Venezuela ya «estuviera resuelto», este experto ve que al final del día la intención del presidente estadounidense es buscar una solución para el pueblo venezolano.

«Si se mira la estrategia de seguridad nacional elaborada por el Consejo de Seguridad (Nacional), las principales amenazas que tenemos son estos actores globales (…) que están desestabilizando al mundo. Menciona a Rusia, a China y a Irán. También hay lo que se llama la convergencia entre el crimen organizado trasnacional y terrorismo internacional. Todo eso se manifiesta en Venezuela», aseguró.

Por ello, Humire subrayó que el mensaje de Trump está dirigido a «todos», ya que el Gobierno de Maduro «representa todas las amenazas» contra las que está luchando a nivel internacional.

«El mensaje del presidente Trump es más o menos de mira lo que pasó en tu país está hecho por mala voluntad política, mala ideología y mala implementación de políticas para mejorar la sociedad. No queremos que esto pase en Estados Unidos», resaltó el analista.

Y aunque Humire no identificó al candidato demócrata a la Presidencia estadounidense, Joe Biden, como un extremista, sí que estimó que existe un «componente muy radical» en el partido progresista, ala en la que identificó, entre otros, a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.

DOBLE DISCURSO

Desde la perspectiva del director para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), Geoff Ramsey, ha habido «cierta esquizofrenia» en el manejo de la Administración de Trump de la política hacia Venezuela.

«Por un lado hay diplomáticos responsables que trabajan en el tema día a día», comentó el experto, que citó al representante especial de EE.UU. para Venezuela, Elliott Abrams, quien, en su opinión, ha mostrado «cierta flexibilidad» en buscar una salida negociada a la crisis venezolana.

Mientras, destacó, otros actores políticos del Gobierno de Washington han convertido esta crisis en un tema doméstico con fines electorales o en una «herramienta ideológica», lo que, a su parecer, ha repercutido en la capacidad de la Casa Blanca a la hora apoyar una solución realista.

«En Estados Unidos, el manejo político del tema ha evitado la discusión de cierta flexibilidad, más que nada en el tema de las sanciones», complementó Ramsey, quien no ubica a Venezuela en la lista de las 20 prioridades de la Administración de Trump.

Frente a Venezuela, apuntó, existen «intereses contradictorios», ya que si bien una parte del electorado republicano en Florida se2 muestra a favor de una intervención militar en el país latinoamericano, la base del partido en el interior rechaza esa idea y se inclina por anteponer los intereses de Estados Unidos.

«Al final, lo que crea es un doble discurso. Es un discurso de decir: al mismo tiempo que todas las opciones están sobre la mesa, pero además hay que limitar el rol de Estados Unidos en el exterior y enfocarnos nuevamente en temas domésticos», sostuvo.

Laura Barros EFE

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