Un reciente estudio liderado por científicos japoneses ha revelado que la convivencia con perros no solo aporta compañía, sino que transforma biológicamente a los niños. 

Investigadores de la Universidad Azabu y la Universidad de Gunma descubrieron que los menores que crecen con canes presentan alteraciones significativas en sus «bacterias residentes», microorganismos que habitan el tracto digestivo desde la boca hasta el intestino, explica Jiji Press.

Según los hallazgos publicados en la revista científica iScience, estos cambios microbiológicos están directamente relacionados con un estado de ánimo más positivo y una mayor capacidad de socialización.

El mecanismo biológico: del intestino al cerebro

El profesor Kikusui Takefumi, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Azabu, explica que este fenómeno ocurre por dos vías posibles: el contacto físico directo con el perro permite que las bacterias del animal entren en el sistema del niño, o bien, el bienestar psicológico que produce la mascota altera el entorno digestivo.

Estas bacterias estimulan el nervio vago, el cual actúa como una autopista de información que envía señales al cerebro. 

Esta conexión promueve la liberación de oxitocina, conocida popularmente como la «hormona del afecto». Este proceso químico es el que, en última instancia, facilita que los niños se sientan más seguros y dispuestos a interactuar con los demás.

Pruebas científicas con modelos animales

Para validar esta hipótesis, los investigadores recolectaron muestras de saliva de 100 niños con perros y 250 sin ellos. Posteriormente, transfirieron estos grupos bacterianos a ratones criados en ambientes libres de gérmenes. 

Los resultados fueron sorprendentes: los ratones que recibieron bacterias de niños con perros mostraron comportamientos sociales mucho más activos. 

Estos ejemplares buscaban con mayor frecuencia a otros ratones y mostraban una curiosidad significativamente superior hacia individuos desconocidos.

El papel del género Streptococcus

Aunque la investigación continúa, el equipo ha identificado que las bacterias vinculadas a esta mejora en la sociabilidad pertenecen mayoritariamente al género Streptococcus. 

Además del factor biológico, el estudio destaca que tener un perro fomenta la responsabilidad y el contacto humano a través de tareas como la alimentación y los paseos. El profesor Kikusui y su colega Miyauchi Eiji se proponen ahora identificar las especies exactas de bacterias para determinar con precisión el alcance de su influencia en el desarrollo humano.

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