Buenos Aires.- Hacer las compras, limpiar la casa, ocuparse de niños y sus tareas escolares, de los abuelos y, a todo eso, sumarle el teletrabajo en condiciones de estrés puede ser una combinación agotadora que deja expuesta la desigualdad que suelen padecer las mujeres en el hogar a la hora del reparto de tareas y cuidados en tiempos de pandemia.
«En general en nuestra vida cotidiana consideramos que el trabajo es la producción y las tareas de cuidado y en el hogar no las valoramos de una manera económica. Estas tareas no solo son esenciales y fundamentales sino que vemos que llevan muchísimo tiempo y recaen en general muy fuertemente en la mujer», advierte la secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad de Argentina, Cecilia Merchán.
¿La cuarentena puede ayudar a modificar una costumbre histórica? Algunas respuestas son auspiciosas y permiten vislumbrar un horizonte de cambio.
YO LIMPIO, TÚ LIMPIAS, NOSOTROS LIMPIAMOS
Los confinamientos por la pandemia de coronavirus comenzaron a cambiar algunos paradigmas y realidades, como la cantidad de horas que dedica una mujer a tareas no remuneradas en el hogar, en general el doble de tiempo que le suele destinar un varón, pero el desafío será ver qué sucede una vez que termine la emergencia sanitaria.
«Hay tareas divididas, aunque sin haberlo hablado demasiado. El lavarropas siempre es propiedad de Ale, ella limpia la casa y yo me encargo del patio. Y sumé las clases de las nenas, aunque también nos dividimos a veces», relata a Efe Ariel.
Él es editor y su esposa, contadora, y ambos continuaron trabajando durante la cuarentena desde el hogar, pero con el contratiempo de que deben cuidar a la vez de sus hijas, en edad escolar, y casi a diario, compartir sus ordenadores para que ellas puedan hacer sus tareas escolares y participar en las clases por videoconferencia.
Donde sí hubo cambios notables fue en una pareja con más de 30 años de casados y con costumbres arraigadas.
«Se redistribuyeron bastante las tareas. Las compras las hacen mi esposo y, en menor medida, mi hijo, además les encanta salir y a mí me estresa un montón. Con mi esposo hacemos la cama entre los dos y a él le agarran ataques de limpieza, cosa que antes nunca hacía, pero cuando le parece, no necesariamente cuando hace falta y por supuesto consumiendo litros de productos y agua, pero no importa», revela Dora, arquitecta.
IMPACTO DESIGUAL DE LA PANDEMIA
Los varones realizan más tareas y hay un cambio en gran parte de los hogares, pero las mujeres en general permanecen como responsables de estas acciones.
«La crisis que genera esta pandemia está afectando de forma desigual a varones y a mujeres y está castigando mucho más a las mujeres», afirma Gala Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).
El principal motivo, sostiene la experta, es la sobrecarga por los trabajos de cuidado y toda la otra serie de tareas que se realizan en el hogar, no remunerados, que «recae sobre las mujeres por su rol culturalmente asignado y eso hace que las mujeres tengan una tensión y una pobreza mayor de tiempo».
TELETRABAJO, ¿DOBLE CARGA?
El teletrabajo resolvió en parte la cuestión laboral durante los confinamientos dictados en diversos países para limitar la transmisión del COVID-19, pero en los hogares donde aún no hay una distribución clara de las tareas y además hay que acompañar a los niños en el proceso de aprendizaje, trasladar la oficina al salón del hogar puede llegar a ser una pesadilla.
Un informe de la consultora Quiddity sobre el impacto de la pandemia señala que el 70 % de sus encuestados dijo que trabaja igual o más que antes de que se implementara el «home office».
Pero la encuesta aclara que la posibilidad de adaptar el trabajo al hogar se convirtió en «un privilegio» de las clases socioeconómicas más altas (ABC1) y de quienes viven en el área metropolitana de Buenos Aires, algo que no resulta tan accesible para quienes viven en el interior del país o pertenecen a los estratos más bajos.
En tanto, el hecho de tener niños no impidió la adopción del teletrabajo, afirma la consultora, porque quienes tienen hijos dicen que han podido adecuar sus actividades laborales en la misma medida que quienes no tienen, aunque eso no hable del esfuerzo que signifique para unos u otros.
Díaz Langou admite que en muchos casos es «inviable» cumplir una jornada laboral de ocho horas y además cubrir los papeles de docente y trabajadora de casa particular, al asegurar que «es difícil congeniar los distintos roles porque las horas del día son limitadas».
Y si se trata de hogares monoparentales, el drama puede escalar a niveles insospechados porque absolutamente todo recae en una sola persona, en su mayoría mujeres.
«Tengo que seguir trabajando al mismo ritmo que antes de la pandemia pero es un problema sin clases, sin que pueda venir la niñera ni la señora que me ayuda un día a la semana con la limpieza. Y después no tengo ni un minuto para mí salvo a la noche cuando se duerme, pero a esa hora ya estoy agotada», relata Claudia, que vive sola con su hijo de tres años.
EL DILEMA DEL DÍA DESPUÉS
La directora del «think tank» advierte que «es un arma de doble filo el efecto que puede llegar a generar esta cuarentena» porque, así como le gustaría ser optimista en cuanto a la redistribución de las tareas, también le preocupa «qué va a pasar cuando se empiece a flexibilizar todavía más la cuarentena pero no se abran las escuelas» y se plantee el dilema de quién se queda en casa a cuidar a los niños que aún no pueden ir a clases.
«Lo más probable es que van a ser las mujeres las que van a elegir -entre comillas, porque me permito dudar de en qué medida es una elección- quedarse en sus casas en vez de volver a trabajar o quedarse en sus casas haciendo teletrabajo, en los casos en los que sea factible, o incluso retirarse del mercado laboral para poder cuidar a los niños», señala la especialista.
Esto planteará un nuevo desafío porque «la pandemia puede abrir aún más las brechas de género que ya estaban presentes en la economía», advierte Díaz Langou, que propone por ejemplo incentivos para que el sector privado no priorice el regreso de varones y una campaña pública de comunicación y concientización no solo para revalorizar las tareas de cuidado y en el hogar sino para impulsar también a su distribución.
Cecilia Caminos EFE
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