Ciudad del Vaticano. El papa Francisco animó hoy a la Iglesia a superar «viejas lógicas de contraposición» y a atender a las necesidades y al «grito de ayuda» de la sociedad, en la misa de agradecimiento por el año que acaba en la basílica de San Pedro.

«Estamos llamados a encontrar a los demás y escuchar su existencia, su grito de ayuda ¡Escuchar es ya un acto de amor! Tener tiempo para los demás, dialogar, reconocer con mirada contemplativa la presencia y la acción de Dios en sus vidas», invitó.

El papa explicó que este «servicio de amor» llega a «cambiar la realidad» en el mundo y dentro de los muros del catolicismo.

«Actuando así, de hecho, en la ciudad y también en la Iglesia circula un aire nuevo, ganas de ponerse en camino, de superar las viejas lógicas de contraposición y obstáculos para colaborar juntos edificando una ciudad más justa y fraterna», indicó.

Francisco alentó a los prelados asegurando que «no debemos tener miedo o sentirnos inadecuados para una misión tan importante» pues Dios elige a sus servidores «porque son y se sienten pequeños».

En estas primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en las que tradicionalmente se hace balance y se agradece por el año que concluye, el papa presta especial atención a la ciudad de Roma, de la que es obispo.

Pues la capital «no solo es una ciudad complicada, con muchos problemas, desigualdades, corrupción y tensiones sociales» sino que en ella también hay lugar para la bondad, pues «Dios manda su Palabra que anida a través del Espíritu en el corazón de sus habitantes y les empuja a creer, a esperar a pesar de todo, a amar luchando por el bien de todos».

Por ello mencionó y honró a «las muchas personas valientes, creyentes y no creyentes» que ha conocido en estos años de pontificado y que, a su parecer, representan «el corazón pulsante» de la capital italiana por su servicio a los demás.

«Dios nunca ha dejado de cambiar la historia y el rostro de nuestra ciudad mediante el pueblo de los pequeños y los pobres que la habitan. Él los elige a ellos, les inspira, les motiva a la acción, les hace solidarios, les empuja a activar redes y crear vínculos virtuosos, a construir puentes y no muros», celebró ante la alcaldesa Virginia Raggi, que le escuchaba desde la primera fila.

La ceremonia comenzó a media tarde, cuando el papa recorrió el pasillo central de la imponente basílica vaticana apoyado en un báculo dorado, la cruz pastoral de Benedicto XVI, y besó la figura del Niño Jesús colocada a los pies del altar papal, mientras la asamblea entonaba solemnes cantos litúrgicos.

Tras su homilía, el pontífice rezó el Padre Nuestro y expuso el Santísimo Sacramento custodiado en un tabernáculo de oro, bajo el imponente baldaquino del templo vaticano, y después los asistentes, fieles, obispos y cardenales, entonaron juntos el himno del «Te Deum» en agradecimiento por el 2019.

El papa abandonó a pie la basílica bajo las notas del «Adeste fideles», no sin antes saludar a la alcaldesa, y como de costumbre, acudió a la plaza de San Pedro para apreciar el árbol de Navidad y su monumental Portal de Belén, una representación esta que reivindicó recientemente en su carta apostólica «Admirabile signum».

Allí le esperaban numerosos fieles y curiosos a los que el pontífice saludó, deteniéndose especialmente con los niños.

En esta última jornada del año el papa se despidió de una amiga fallecida ayer lunes, Maria Grazia Mara, y lo hizo participando en sus exequias en la parroquia romana de San Giuseppe al Nomentano.

La agenda del papa Francisco por la Navidad continuará mañana 1 de enero, cuando presidirá su primera misa del 2020, el mismo día en el que Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, que este año lleva por lema «La paz como camino de esperanza: Diálogo, reconciliación y conversión ecológica».

EFE

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