“En ese momento unos fariseos llegaron para avisarle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.» Jesús les contestó: «Vayan a decir a ese zorro: Hoy y mañana expulso demonios y realizo curaciones, y al tercer día llegaré a mi término. Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y un poco más, porque no es correcto que un profeta sea asesinado fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Qué bien matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido! Por eso se van a quedar con su Templo vacío y no me volverán a ver hasta que llegue el tiempo en que ustedes dirán: «¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor al Beato Contardo Ferrini, Laico, de la Tercera Orden Franciscana, estudioso y catedrático de derecho romano en las universidades de Pavía, Mesina y Módena, por lo que un ambiente de una intelectualidad desacralizada vivió, trabajó y estudió, como un fuerte roble que no cedió ante las presiones del mal, por lo que pudo exclamar: “permanecí firme sin doblegarme, como un cedro del Líbano”. Nació en Milán el 4 de abril de 1859 y murió en Suna de Verbania, el 17 de octubre de 1902. Lo beatificó Pío XII en 1947, y está sepultado en la capilla de la Universidad Católica de Milán, como modelo de un catedrático católico.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 13, del verso 31 al 35. En el que se destacan dos aspectos importantes de la misión de JESÚS: “EL CAMINO”, simbolizado en ese recorrido misionero que está lleno de amenazas y por eso algunos fariseos, le advierten que Herodes lo está buscando para matarlo. Esto parecía frustrar el proyecto de JESÚS y poner en peligro el plan salvífico del PADRE. JESÚS no se acobarda ni se intimida, y más bien le envía un mensaje desafiante, tanto a Herodes, como a las autoridades judías por no comprender el Gesto de AMOR Sublime hecho por DIOS, que con Su Encarnación quiso mostrarle al hombre, que desde la debilidad de la carne se puede transformar las realidades terrenas.
El otro aspecto que se resalta en este texto es el de la relación de DIOS, con la Ciudad Santa. Y es que, Jerusalén es el centro de referencia de la vida de JESÚS. Por lo tanto, es la ciudad Mesiánica por excelencia. Aquí el Profeta JESÚS termina Su Peregrinar y la Misión Evangelizadora. En ella, JESÚS como Sacerdote, consumará el Sacrificio Pascual, Ofreciéndose a Sí Mismo como Víctima, y elevará en la Cruz Su Trono como Rey pacífico y universal.
Por eso es que, en los dos últimos versículos, se recoge el lamento, el grito de dolor que JESÚS lanza sobre Jerusalén, la ciudad Santa, reacia al Evangelio de Salvación. Él ha querido cuidar de ella como una gallina cuida a sus polluelos; sin embargo, ha prevalecido la rebelión y el rechazo. Jerusalén no ha querido ser Amada, la Ciudad que El mismo DIOS, llamó: “el cariño de Su Alma” (Jer 12,7), de tanto rechazar a los Profetas, ha terminado por rechazar al Propio DIOS. Pero ese rechazo tiene una consecuencia, de allí que la denuncia de JESÚS tenga un carácter definitivo: Jerusalén, que se opone al proyecto de DIOS sufrirá las consecuencias de este rechazo.
Al confrontarnos con el texto y vernos retratados de manera personal o comunitaria en Jerusalén, la Ciudad Santa, ya que a pesar de Tantos gestos de AMOR que hace DIOS por nosotros, pocas son las retribuciones que hacemos para tratar de corresponder de manera adecuada a esa Gracia sin límites. Por eso hoy JESÚS llora por nosotros, como lloró por Su amigo Lázaro. Porque Él llora cada vez que la muerte se impone sobre el hombre. Pero a pesar de estas realidades y de todos nuestros rechazos, Él no Claudica en Su Empeño de rescatarnos de las manos de la iniquidad.
Porque si grande es la soberbia y el rechazo del hombre, mayor es SU AMOR y SU MISERICORDIA. Y es que, es tal Su Compasión, que asume nuestra debilidad y hasta nuestra incapacidad para escoger la Verdad y el Bien, que Se deja juzgar, condenar y crucificar. Ya que, con Su Pasión, Muerte y Resurrección, hizo el gran sacrificio de Su Vida para la salvación de toda la humanidad. Tal como lo escribe el Apóstol San Pablo: “Se hizo débil para fortalecernos” (2Cor 13,4).
Señor JESÚS, concédenos un corazón contratito para asumir todos nuestros pecados de acción y de omisión, con la misma aflicción, por la que Tú lloraste por Jerusalén, imagen del pecado del mundo.
Amén
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