Ciudad Guayana.- Después de 12 horas de guardia en el Hospital Uyapar, Jackelin regresa a casa entre las 11:00 pm y 12:00 am. Sus extremidades pesan y pareciera que carga ladrillos en los pies, suspira mientras deja todas sus cosas en la entrada para luego encargarse de aquello que le lleva más tiempo: desinfectarse.

Lo primero que hace es retirar la mascarilla, una que tiene desde hace 10 días porque fue lo único que el hospital le proporcionó como equipo de bioseguridad. Lamentablemente, comprar otra es imposible, porque su sueldo solo le permite adquirir  un poco de comida para llevar a su casa. 

Se aplica alcohol en las manos, lo rocía también sobre su uniforme y se quita los zapatos.

Es tarde, la casa está callada. Todos duermen, algo que la hace suspirar con melancolía mientras cuelga el tapabocas en un guindadero improvisado que armaron en la entrada.

Jackelin tiene 3 hijos, dos hombres y una mujer, que es la menor; vive con su hija y su nieto de 3 años de edad, a quien siempre le rechaza sus abrazos cuando llega a casa, aunque lo lamente profundamente.

Ella ama lo amoroso que es su nieto y la manera en cómo busca la forma de estar a su lado siempre, sin embargo, el miedo que siente todos los días al regresar a casa y poder contagiarlo de Covid-19, o a alguien de su familia, le impide aceptar con libertad estas muestras de amor del pequeño.

“Hubo un compañero de trabajo que contagió a su familia, el trabajaba en el área de emergencias. Al final, sus padres fallecieron y fue difícil que su hermano menor se recuperara, lidiar con esa culpa después no es fácil, realmente no quiero pasar por eso”, dijo la enfermera mientras suspiraba con preocupación.

El último informe de la ONG Médicos Unidos de Venezuela publicado el 20 de mayo sobre los fallecimientos por covid-19 del personal de salud en Venezuela sumó 17 nuevas muertes en lo que va de mes.

Los voceros oficiales de Nicolás Maduro reportan 2428 fallecidos en todo el país.  

Una vez deja su ropa de trabajo en una cesta en la entrada, se dirige a bañarse. Abre el grifo de la ducha. No hay agua. Gruñe un poco por la molestia, pero en realidad no es nada nuevo; inmediatamente se dedica a tomar uno de los baldes de agua que tenía preparado y prosigue a asearse.

Cuando termina ya casi es la 1:00 am y debe entrar de nuevo al trabajo a las 8:00 am. Siente como el sueño la vence mientras que, con sus últimas fuerzas, va al cuarto de su nieto e hija para, por lo menos, verlos antes de dormir.

Sonríe un poco al ver cómo duermen tranquilamente abrazados, pero en su cabeza piensa que ojalá también pudiera darles un abrazo antes de dormir. No obstante un momento de amor puede significar una pesadilla después por el virus.

“Ese apego de abuela se perdió. Cuando llego le digo que no me toque, algo que por supuesto él no entiende y se pone triste por eso. Me rompe el corazón verlo así. Incluso, después de bañarme todavía no me siento segura de estar pegada a ellos complemente”.

Jackelin expresó para Soy Nueva Prensa que una de las cosas que más le dolía de esta situación era no poder contar con trajes y materiales de bioseguridad para poder llegar tranquila a casa.

“Llego a mi casa preocupada. Dejé de visitar a mis padres y les digo que no se acerquen a mi casa, después de todo son personas mayores”.

Mientras ella observa a sus seres amados dormir no puede evitar que unas lágrimas se escapen de sus ojos, se pregunta si es dolor, impotencia o ambas; no lo sabe, y pensar demasiado en eso solo la agota más, entonces decide caminar a su cuarto y recostar la cabeza por unas horas en la almohada.  

Sus lágrimas se secan, respira hondo y susurrando le pide a Dios que mejore esta situación y que acabe todo por completo, también le pide fuerzas para cumplir otra jornada de trabajo. 

Esa pequeña oración la tranquiliza un poco, Jackelin se quedó dormida.  

“Todavía sufrimos discriminación por ser enfermeras, porque las personas tienen miedo de acercarse a nosotros, eso solo nos vuelve más vulnerables, ya que como madre y abuela, quiero acercarme a mis seres queridos, pero hasta yo misma debo rechazarlos para no arriesgar su salud”.  

(El nombre de Jackelin no es real, fue colocado para proteger la identidad de la fuente)

Ruth Meyerowitz

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