Jenny Bastidas salió de Venezuela con rumbo a Perú en agosto de 2018. La crisis económica la obligó a hacer una maleta, dejar su país, su madre y sus dos hijos. El objetivo era claro: trabajar muy duro para mandar dinero y que su familia pudiera alimentarse de la mejor manera posible.
Sin embargo, conseguir empleo para Jenny no fue tan sencillo, no contaba con una profesión que le permitiera tener un buen ingreso.
En cuatro meses, Jenny ya había pasado por cuatro empleos (personal de limpieza, niñera, vendedora de café y repartidora de volantes) donde la explotaban y no le pagaban lo justo. Estuvo a punto de devolverse a Venezuela, pero por suerte, el dueño de un supermercado en Lima le dio trabajo como cajera y poco a poco su situación fue mejorando.
Contaba con un sueldo que le permitía pagar el arriendo, los servicios, sus gastos personales y enviarle dinero a su madre. Jenny no descansaba y para tener más ingresos, en sus días libres vendía arepas, café y golosinas en las plazas.
Jenny forma parte de los 4 millones de venezolanos que huyeron de Venezuela en busca de mejores condiciones de vida. Para el mes de noviembre de 2019, la cifra de venezolanos en Perú era de 865 mil, siendo Perú el segundo país de acogida de migrantes venezolanos después de Colombia.
El 10 de febrero de 2020 el jefe de Jenny le dio permiso para que descansara 20 días, ella no lo pensó dos veces y de una fue a comprar pasaje para Venezuela. Los tres días de viaje se hicieron eternos, pero la ilusión y la emoción de reencontrarse con los suyos no la dejaban pensar en otra cosa que no fuera su país y su gente. Salió de Lima con una gran maleta cargada con detalles y dulces típicos para todos sus familiares.
Cuando llegó al barrio El Nazareno, ubicado en la parroquia Petare, en el estado Miranda, sintió una gran alegría porque desde lejos ya podía ver que en la esquina de su casa la estaban esperando Mayra, Jesús y Eduardo. Sintió que la vida le volvió al cuerpo cuando los abrazó y que no quería irse nunca más. Confiesa que fue uno de los días más felices de su vida.
Jenny debía estar en Perú el 10 de marzo para reintegrarse a su trabajo en el supermercado. Sin embargo, Jesús, su hijo mayor, el 7 de marzo presentó un dolor abdominal muy fuerte que derivó en una apendicitis que debía ser intervenida de emergencia. Previo acuerdo con su jefe, decidió posponer su viaje para cuidar de su hijo. Diez días fueron suficientes para que Jesús se recuperara, pero el dinero que la joven tenía para retornar a Perú, por los gastos de la operación y la hiperinflación que se vive en el país los pulverizó.
El desespero se apoderó de Jenny, ya no contaban con suficiente comida y para poder comprar el pasaje a Lima tuvo que pedir dinero prestado. El 13 de marzo la noticia del cierre de las fronteras la sorprendió, no pudo volver a Perú, desde entonces, su situación económica empeoró con el pasar de los días. Jenny afirma que la situación es mucho peor que a principios de 2017 cuando tuvo que salir corriendo de Venezuela para que su familia pudiera comer.
Asegura que en cuanto reabran las fronteras se irá nuevamente a Perú a buscar trabajo. Afirma que en Venezuela no puede hacer nada porque la inflación y los bajos sueldos no ayudan a poner la comida en la mesa.
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