“En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí. Padre, ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das, porque me amabas antes que comenzara el mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocía, y éstos a su vez han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amas esté en ellos y también yo esté en ellos.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a los Santos Marcelino y Pedro, martirizados durante la persecución de Diocleciano, hacia el año 304. Fueron llevados a un campo lleno de asperezas y zarzales, llamado selva negra. Ellos mismos aclararon el lugar en el que iban a morir degollados. Ese lugar se llamaría después selva blanca.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Jesucristo, según San Juan capítulo 17, del verso 20 al verso 26, En el que se nos presenta la conclusión de la bella y profunda oración por la unidad de la comunidad, con la que JESÚS culmina sus palabras antes de dejar a los discípulos. De acuerdo con los expertos es la tercera sección de la oración sacerdotal, que está centrada en aquellos que estimulados por el testimonio de la comunidad se van adherir al Evangelio. Ya que no pide solo por los suyos, sino también por los creyentes de todos los tiempos que van acoger su causa por la palabra de sus testigos.
Y permanecer unidos a Él, significa que debemos configurarnos en el AMOR. Por lo que JESÚS reza para que todos seamos Uno, en el AMOR, lo que significa Unidad en el Gozo de la Vida, que contrasta con un mundo cautivo de las ambiciones del poder, del dinero y del lucro, donde se instaura la injusticia que privilegia minorías y excluye mayorías. Y esa minoría privilegiada se apropia de los medios que sustentan la vida, que se los devuelven a la mayoría empobrecida en migajas, para hacerlos más dependientes de ellos, y si no aceptan sus condiciones, los maltratan y hasta los asesinan.
Por eso es que JESÚS expresa nuevamente su deseo de unidad entre los discípulos y entre todos los que creerán en Él, pidiendo al PADRE, por todos ellos. Y es que, la Unidad en el AMOR es la Gloria de DIOS. Y ese AMOR genera un dinamismo que comunica la vida, tal como JESÚS lo trasmite: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Y es que la unidad de la Comunidad en el AMOR, es la Unidad en la Vida, que es lo que no lleva a que todos tengamos Vida en abundancia, sin privilegiados y sin marginados.
Al confrontarnos con el texto vemos como nuestros SEÑOR es reiterativo en su petición al PADRE, por la unidad en la comunidad, y que ha de estar fundamentada en la comunión entre todos los que nos llamamos sus discípulos, que es vital para hacer creíble Su Mensaje a través del tiempo. Y de esta manera los que nos oigan y los que nos miren crean en JESÚS y en el PADRE que lo envió, más por nuestro testimonio de unidad y comunión que por nuestras palabras.
Porque la gran señal de la presencia del AMOR de DIOS en el mundo, sobremanera en un tiempo como el que estamos viviendo, es la Unidad en el AMOR y en la Vida de todos los que nos llamamos seguidores de JESÚS, practicando el compartir y la solidaridad con los que no tienen nada y en definitiva con todos aquellos con los que podemos toparnos diariamente. Ya que somos nosotros los llamados a combatir todas las barreras que lleve a cualquier forma de exclusión y a la extinción de la vida, venciendo nuestros miedos y yendo al encuentro de los otros, para hacerles ver lo necesario que es construir la Unidad de la Comunidad y de esta manera alcanzamos la Paz y la alegría de la Comunión con DIOS, que nos ayuda a “Saborear los Valores del Reino” aquí en la tierra.
Señor JESÚS, aparta de nuestros corazones los sentimientos ruines de la envidia, de la avaricia, de la lujuria y de la maledicencia, para que, en las horas de las dificultades y los desencuentros con los miembros de la comunidad, podamos reencontrarnos en Tu Paz y Tu Caridad. Amén.
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