“El primer día después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y asomándose, vio los lienzos tumbados, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los lienzos tumbados. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, en honor a San Juan Apóstol y Evangelista, al que la Tradición le atribuye la autoría del cuarto Evangelio, de tres cartas y del libro del Apocalipsis. Llamado también el discípulo amado, y al que al pie de la Cruz JESÚS le entregó a María como su madre espiritual. Él fue el primero de los Apóstoles en creer en la Resurrección, pero es también el que proclama con más fuerza y convicción el Misterio de la Encarnación, llegando a expresar sintéticamente la Teología de la humanidad de DIOS, con la bella frase: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Juan, capítulo 20, versos del 2 al 8. En el que los Apóstoles Pedro y Juan salen corriendo hacia el Sepulcro, al recibir la noticia por parte de María Magdalena, de que estaba vacío. Poéticamente podemos decir que más que correr, volaron hacia el lugar, ya que, el AMOR les da alas. La simple posibilidad de que JESÚS hubiese Resucitado, tal y como les había dicho, y aunque ellos no le habían dado mucho crédito a Sus Palabras, les dio una mayor velocidad a sus pies.
Llegaron y vieron el sepulcro vacío, las vendas en el suelo y el sudario doblado cuidadosamente. Todo ello, signos incipientes para alentar su creencia en la Victoria de Su Señor sobre la muerte. “Vio y Creyó”, testifica Juan de sí mismo. Y es que para siempre quedó gravado en su alma esta experiencia que habría de ser ampliada y fortalecida con posteriores manifestaciones de JESÚS RESUCITADO, El que venció la muerte, para “darnos Vida en abundancia”.
Sin lugar a dudas que Juan ha debido de vivir una experiencia fortísima, de las que nos hace partícipes, en su primera carta: “Lo que existía desde el principio, lo que lo que hemos oído, y lo hemos visto con nuestros ojos, y palpado con nuestras manos, -me refiero a la Palabra que es vida…Se lo anunciamos también a ustedes para que estén en comunión con nosotros, pues nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Y les escribimos esto para que sea mayor nuestra alegría” (1Jn 1,1.4).
Al confrontarnos con el texto, vemos una clara invitación a realizar y a vivir nuestro discipulado en comunidad, a ser Testigos del que venció la muerte. Por lo que es necesario llegar a saber que la enseñanza que nos ha llegado desde los Apóstoles sobre la Resurrección de JESÚS, no fue comprendida claramente desde el principio, sino que fue un largo aprendizaje, para poder ubicarse en este Gran Misterio de DIOS, por lo que es necesario hacer un itinerario de maduración de la Fe que nos lleve desde el “Ver” al “Creer”, tal como lo hizo el Apóstol y Evangelista Juan. Itinerario de Fe, que nos ha sido trasmitida por Tradición, desde los Apóstoles hasta nuestros días, que nos ayuda a Creer en ese JESÚS, que nace en medio de nosotros como el Hijo de DIOS, que busca la construcción de un Reino de AMOR y de Justicia, que vence toda clase de amenazas a la vida y a la dignidad humana.
El texto también nos invita a identificarnos como el discípulo amado, ya que en el cuarto Evangelio no recibe un nombre propio, por lo que cualquiera de nosotros, puede verse retratado allí. Y si nos consideramos discípulos amados, como Juan, sabremos descubrir los signos de JESÚS Resucitado e interpretar de manera clara el Acontecimiento de la Resurrección. Y con esa convicción, donde los demás ven contradicciones, nosotros veremos síntomas, huellas, signos. Donde otros vean desesperanza nosotros veremos oportunidad para el Encuentro entre nosotros, y eso es vivir la NAVIDAD, es decir el Nacimiento de DIOS en medio de Nosotros, para transformar los entornos hostiles en espacios de convivencia humana.
Señor JESÚS, ayúdanos a tener ojos atentos y corazón abiertos, para verte y oírte, en Tú Palabra presente en la Sagrada Escritura, degustarte en el Pan de la Eucaristía y descubrirte en cada acontecimiento de nuestras vidas, y al compartir ese Acontecimiento con nuestros semejantes, “sea mayor nuestra alegría”. Amén
Luis Perdomo
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