«En aquel tiempo Jesús le dijo a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana.

Este Cuarto Domingo del Tiempo de Cuaresma, es tradicionalmente conocido con el nombre de Domingo “Laetare” o de la “alegría”, porque la Iglesia quiere recordarnos que la alegría es perfectamente compatible con la mortificación y el dolor. Ya que lo que se opone a la alegría es la tristeza, no la penitencia. De tal manera que viviendo con hondura este tiempo litúrgico que lleva hacia la Pasión, y por tanto hacia el dolor, comprendemos que acercarnos a la Cruz significa también que el momento de nuestra Redención se acerca, está cada vez más próximo, y por eso la Iglesia y cada uno de sus hijos se llenan de alegría: “Laetare, alégrate, Jerusalén, y alégrense con ella, todos los que la amán”. Hoy la severidad de la liturgia cuaresmal se ve interrumpida, ya que los ornamentos del sacerdote son de color rosa en vez de morados, y se puede adornar el altar con flores, cosa que no se hace los demás días de Cuaresma.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 3, verso 14 al verso 21. En el que se relata la explicación que JESÚS, le da a Nicodemo, sobre la importancia de creer en Él.  Y es que el Maestro, quiere ayudar a Nicodemo a cambiar esa imagen falsa de DIOS, que le ha transmitido la Ley. Porque el DIOS de JESÚS, es Ternura y Misericordia. No tiene interés en castigar, sino en Salvar. No ha enviado a su Hijo, a condenar, sino a salvar, por eso el significado del nombre de JESÚS, ES: DIOS SALVA.

Y por eso le recuerda a Nicodemo el episodio en el que DIOS manda a construir una imagen de la serpiente, para que todos aquellos que habían sido mordido por la serpiente, al mirar la imagen de la serpiente construida por Moisés eran sanados, así mismo todos aquellos que hayamos sido mordido por la serpiente del pecado al ver a JESÚS Crucificado, podamos ser Sanados y Salvados.

Ya que el juicio que DIOS le plantea al mundo nada tiene que ver con las ideas extrañas, y violentas al estilo de las películas de Hollywood, que hemos fijado en nuestro imaginario personal y comunitario. Sino un juicio práctico y sencillo, tal como lo enuncia el Evangelio de hoy: “El juicio consiste en esto: en que la Luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz”. Es claro que la sentencia que obtendremos de este juicio depende de nuestra elección o de ubicarnos en el lado correcto, al vivir la vida terrena según el instinto o si lo hacemos según el Espíritu, esto nos hace definirnos en la historia de manera clara., ya que estar de parte de DIOS y de su obra, exige ubicarnos del lado del Espíritu, caminar bajo su lógica y ser fiel a sus designios.

Al confrontarnos con el texto, vemos cómo la Palabra de DIOS, nos muestra la imagen de un DIOS, lleno de Ternura que nada tiene que ver con la del DIOS castigador del que hemos oído hablar desde niño y que tal como ya lo hemos señalado el mundo mismo también nos ha transmitido esa falsa imagen. Y es que si DIOS, Todo lo ha hecho perfecto y siendo los seres humanos sus criaturas favoritas, debemos entender que Él quiere que todos seamos felices y vivamos a plenitud las alegrías de este mundo transitorio y efímero, como un tránsito hacia la Alegría definitiva en el Banquete de la Vida Eterna.

Teniendo en cuenta que, para poder participar de este Banquete, tenemos que creer en Él, y tenemos que ser Reflejo de Su Luz en un mundo sumergido en la oscuridad y la desesperanza. Por eso es que la invitación es a dejarnos tocar por el Espíritu de DIOS, para que comencemos a vivir como JESÚS. Entendiendo que la Misión del Hijo, no es de condenación. Ya que, cada quien se juzga y se condena, si cree o no en Él, cerrándose o abriéndose a la vida y al Amor, que en Él se han Revelado Plenamente.

De allí, que hoy sea el día, para entender claramente, que obrar de acuerdo a la Verdad, que JESÚS nos transmite, es la consecuencia de haber hecho una opción de vida por la luz y no por las tinieblas. Y que, llevar una vida auténtica y coherente con el mensaje que llevamos a nuestros semejantes, no solo es fruto, sino también fortalecimiento de nuestra Fe en la Palabra de Cristo, que es la LUZ del mundo.

Señor JESÚS, en estos momentos de profunda aflicción que vive la humanidad, ayúdanos a entender que Tú te has Encarnado en el mundo no para condenarlo, sino para Salvarlo, por lo que tenemos que depositar nuestra esperanza en Ti y no en las arrogancias del mal. Amén.

Luis Perdomo

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