Juan 5,31-47: “En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Cirilo de Jerusalén, Obispo y Doctor de la Iglesia. Nació cerca de Jerusalén, en el año 315. Sus padres eran cristianos y le dieron una excelente educación. Conocía muy bien las Sagradas Escrituras, las cuales citaba frecuentemente en sus instrucciones. Se cree que fue ordenado sacerdote por el obispo de Jerusalén San Máximo, quien le encomendó la tarea de instruir a los Catecúmenos, cosa que hizo por varios años. Murió en Jerusalén en el año 386 a los 72 años.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 5, versos del 31 al 47. donde JESÚS, da testimonio de DIOS, como Padre suyo que es. Ninguno de sus interlocutores lo entiende, y Él sobreponiéndose a su escepticismo les dice: “no son capaces de entender porque sus corazones no están alineados con el Espíritu de la Palabra y por mucho que la lean, la estudien e investiguen sin cesar”, Es claro que la asistencia del Espíritu Santo para poder entender y vivir exactamente lo que dice la Palabra es más que necesario, y por eso hay que pedir su asistencia con suma humildad. Sin embargo, como a estos expertos de la Ley les interesa más su prestigio y su poder, ellos mismos se construyen unas barreras que le impiden entender esas grandezas.
Y es que, la autenticidad del ministerio de JESÚS, no se funda en Él mismo, sino en el aval del Padre, que da testimonio a favor suyo “en las obras que le ha concedido realizar”, Y se acredita por las obras que manifiesta la justicia del Reino, explicando quién es y para qué ha venido: “Y el Padre que me envió, ÉL mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su Palabra no habita en vosotros, porque al que Él envió no lo creéis. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.”
Es claro que, a JESÚS, le embarga una profunda convicción y seguridad, respecto al respaldo que recibe del Padre, pero Su Confianza no está basada en ningún reconocimiento humano. Lo hace en un contexto muy próximo a un desenlace que no va a ser fácilmente comprendido: Su Inmolación en la Cruz por nuestros pecados. Y que tal como Moisés intercedió por el pueblo, JESÚS se entregará Él mismo, dando Su Vida, por nuestra salvación; lo cual es mucho más que una mera intercesión.
Al confrontarnos con el texto, podemos entender la enseñanza clara del Maestro, donde nos dice, que, la Palabra leída o interpretada fielmente y la Ley vivida auténticamente acreditan la vida y las acciones de JESÚS, como enviado del Padre para dar vida en abundancia. Por lo que debemos pedir la asistencia del Espíritu Santo, a la hora de leer los textos Bíblicos y después seguir pidiendo Su Asistencia para poder compartirla y testimoniarla con la vida, en cada uno de los gestos que tengamos con nuestros semejantes y con el medio ambiente que nos rodea.
Por eso es que hoy es el día para preguntarme: ¿ante esta profunda crisis que estamos viviendo, agravada por la pandemia, tengo mi confianza puesta en DIOS o reniego de Su Protección? ¿Me doy cuenta Señor de lo que haces por mí? ¿Cómo te lo puedo agradecer? ¿seré yo uno de esos que ando más preocupado de mi prestigio personal, que, de vivir verdaderamente un encuentro con la Palabra, que me permita un cambio radical en mis actuaciones hacia los demás?
Señor JESÚS, gracias por Tu Amor ilimitado hacia la raza humana y perdona nuestra cerrazón de mente y de corazón, que se traduce en nuestras limitadas acciones para amar y servir tal como Tú nos los dices a través de los Textos Bíblicos. Amén.
Luis Perdomo
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