Juan 8,21-30: “En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y ustedes me buscarán. Pero ustedes no pueden ir a donde yo voy y morirán en su pecado.» Los judíos se preguntaban: «¿Por qué dice que a donde él va nosotros no podemos ir? ¿Pensará tal vez en suicidarse?» Pero Jesús les dijo: «Ustedes son de abajo, yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.
Por eso les he dicho que morirán en sus pecados. Yo les digo que, si ustedes no creen que Yo soy, morirán en sus pecados.» Le preguntaron: «Pero ¿quién eres tú?» Jesús les contestó: «Exactamente lo que acabo de decirles. Tengo mucho que decir sobre ustedes y mucho que condenar, pero lo que digo al mundo lo aprendí del que me ha enviado: él es veraz.» Ellos no comprendieron que Jesús les hablaba del Padre.
Y añadió: «Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que sólo digo lo que el Padre me ha enseñado. El que me ha enviado está conmigo y no me deja nunca solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.» Esto es lo que decía Jesús, y muchos creyeron en él”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a Santo Toribio de Mogrovejo. Patrono del Episcopado Latinoamericano. Misionero excepcional que a los 39 años aceptó la ordenación sacerdotal y el Episcopado de Lima. En 1581 llegó Toribio a Lima como arzobispo. Fundó el primer seminario de América. Tuvo el gusto de administrarle el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres. Escribió el Catecismo de la Iglesia en castellano, quechua y aimara, lenguas indígenas que hablaba perfectamente. Murió un jueves Santo, el 23 de marzo de 1606. El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Juan, capítulo 8, versos 21 al 30. En el que se narra una conversación entre JESÚS y los fariseos. El Maestro les dice que Él pronto retornará al PADRE, pero ellos piensan que JESÚS les está queriendo decir que Él se va a suicidar. Ellos no lo entienden, porque tal como lo expresa el Maestro, están escudriñando las cosas de DIOS, con criterios humanos. Y por eso no logran ver la Grandeza de JESÚS, que es el enviado del Padre, que se Revela con el mismo nombre de DIOS en el Éxodo: YO SOY.
Estando cerca de “Su Hora” final, en el mundo terrenal, crece en JESÚS la conciencia de Su destino junto al PADRE, que lo distancia definitivamente de sus detractores. “Ustedes son de abajo, yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, Yo no Soy de este mundo”. No se trata solo de una mera oposición de términos, sino que también se contraponen los intereses y opciones que polarizan la Vida de JESÚS y por ende los intereses de los que ansían matarlo, que son contrarios a los Valores del Reino.
Es claro que JESÚS tiene plena conciencia de que Su Misión consiste en hacer la Voluntad de DIOS PADRE, cuyo objetivo es que todos los seres humanos crean, es decir, que acepten la propuesta de Salvación como camino de humanización, hasta alcanzar la plenitud de la Vida en Cristo JESÚS. Pero sus oyentes no lo comprenden porque se están moviendo en una dimensión distinta a la de JESÚS. Les cuesta aceptar Su Mensaje, porque choca con sus intereses mezquinos, tanto personales como el de los distintos ámbitos en el que se desenvuelven.
Pero en la “Hora” definitiva, cuando JESÚS es levantado en la CRUZ, queda certificado la Veracidad de Sus Palabras y la Autenticidad de Su Programa de Vida, comprobandose plenamente que El PADRE está con ÉL y Él con El PADRE. Después de ese Acontecimiento, muchos lograron entender, que la Propuesta de JESÚS es absolutamente novedosa y que el Reinado de DIOS acontece en el corazón del ser humano y desde allí transforma toda la realidad, porque abrir el corazón a la novedad del Reino es entrar en la dinámica de la Conversión, que es paulatina y constante.
Al confrontarnos con el texto, en este momento tan crucial que vive la humanidad, y en la que solo nos puede salvar la fe y la confianza en JESÚS, que, levantado en lo alto, en el árbol de la CRUZ, le ha dado vuelta a la página de la historia, para decirnos: “ánimo, no tengas miedo, YO SOY, tu tabla de Salvación, en esta hora menguada”. Ya que la CRUZ de JESÚS, nos recuerda que la muerte ha sido vencida, y que las fuerzas del mal no tendrán la última palabra sobre la humanidad, por lo que estamos invitados a creer en JESÚS, Muerto y Resucitado, para entrar en la Comunión de Vida con El PADRE.
Por eso es que todos los que nos consideramos seguidores de JESÚS, tenemos que tener una absoluta certeza en Su Promesa de la Vida Eterna, para no tenerle miedo a la muerte, que es un paso de un estado pasajero, a lo estable y definitivo. Porque si dudamos sobre la existencia de la Vida Eterna, entonces es que no creemos en las Palabras que JESÚS nos transmite, ni en Su Poder Vivificante. Y si de Verdad Creemos, hemos de saber que el Gozo de JESÚS está en Hacer la Voluntad del PADRE y que llegar a la Comunión con el PADRE a través de JESÚS es la Misión principal de todo cristiano, cumpliendo Su Mandamiento de “amarnos y servirnos, los unos a los otros”, con el que hacemos realidad el “Reino de los Cielos” en medio de nosotros, que es un anticipo a Su Gloria Excelsa.
Señor JESÚS, gracias por enseñarnos que el pecado no está solamente en hacer algo malo; también pecamos cuando nos encerramos en nuestros pequeños problemas, con criterios de sabiduría humana, sin abrirnos a los horizontes de DIOS, que nos quiere justos y serviciales, lo que nos hace proclives a alcanzar la Trascendencia.
Amén.
Luis Perdomo
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