«En aquellos días Jesús dijo a sus discípulos: en los días del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé: la gente comía, bebía, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio que los hizo perecer a todos. Ocurrirá lo mismo que en tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba. Pero el día que salió Lot de Sodoma, cayó desde el cielo una lluvia de fuego y azufre que los mató a todos.
Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, el que esté en la terraza, que no baje a buscar sus cosas al interior de la casa; y el que esté en el campo, que no se vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida. Yo les declaro que aquella noche, de dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será llevada y la otra dejada; dos mujeres estarán moliendo juntas, pero una será llevada y la otra dejada.» Entonces preguntaron a Jesús: «¿Dónde sucederá eso, Señor?» Y él respondió: «Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Josafat, patrono de la Reunión entre ortodoxos y católicos. Nació en Vladimir de Volhynia en el 1580 de padres ortodoxos. Fue ordenado sacerdote en el rito bizantino y posteriormente llegó a ser arzobispo de Polotsk, Lituania. Murió El 12 de noviembre de 1623, a manos de una turba que estaba en contra de la unidad de la Iglesia, fue canonizado por el Beato Pío IX, siendo el primer Santo de la Iglesia de oriente con un proceso formal. Durante el Concilio Vaticano II, y a solicitud del Papa San Juan XXIII, los restos de San Josafat fueron puestos en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Lucas, capítulo 17, del verso 26 al verso 37. En el que JESÚS comparte unas reflexiones con sus discípulos, para recordar los episodios del diluvio y la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, en el que la gente vivía una vida alegre, cargada de vanidades, de egoísmo y toda clase de desviaciones humanas, y ciega a los designios de DIOS por lo que no percibía el cataclismo inminente.
Noé, Lot y el Hijo del Hombre, son figuras simbólicas que marcan el final de una época y el comienzo de otra. En el caso de Noé, representa el orden posterior a la violencia de Caín, en el que se fueron profundizando los conflictos, hasta que quedó amenazado no solo el orden social e histórico, sino el mismo orden natural y cósmico. El diluvio es entonces el símbolo del naufragio de un orden social y la restauración de un nuevo orden por medio de una alianza que tiene por emblema el arcoíris.
En el caso de Lot, se hace referencia para recordar el fracaso de la vida en las grandes urbes, que viven de espalda a la voluntad de DIOS. La lluvia de fuego y azufre es el final simbólico de la pretensión de contener la violencia por medio de construcciones artificiales. Y el Hijo del Hombre es el símbolo con el que se identifica JESÚS, que representa el final de La violencia de esa época legitimada por las instituciones judías y romanas. Por eso es que, para abrirnos el entendimiento, JESÚS nos presenta dos comparaciones: el relámpago que se ve de todas partes, y los zamuros que van sin engañarse a donde hay un cadáver. De la misma manera todos se darán cuenta, y sin error, cuando vuelva Cristo. Sin embargo, esta venida hallará desprevenidos a los que no la esperaban, como en los días de Noé.
Al confrontarnos con el texto, vemos que el Maestro quiere mostrarnos cómo esos límites de las desviaciones humanas, comportan a su vez nuevas posibilidades de encuentro con DIOS. Ya que la Alianza con el Creador, redime la violencia generalizada en la historia de Noé. La vida pastoril y errante de Abraham es una alternativa contra la violencia de las fortalezas urbanas, donde habitaba Lot. Y la manifestación del Hijo del Hombre, Restaura la concepción del nuevo Adán, imagen y semejanza de DIOS, que es la alternativa de inclusión para los excluidos y de Redención para los pecadores.
De allí que la expresión de JESÚS: «El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida», nos ayuda a entender de qué manera tenemos que asumir nuestro compromiso cristiano para la inclusión de los excluidos, y para no tener la incertidumbre de que pasará al final de los tiempos. Ya que, si dejamos a un lado nuestras ambiciones, nuestros apegos y pasiones desenfrenadas, entonces estaremos entrando en el seguimiento pleno a los designios de JESÚS, viviendo a plenitud la fraternidad y el servicio, y eso es entrar en la dinámica del Reino y en el Banquete de los Elegidos.
Señor JESÚS, únicamente la opción por Ti da la seguridad de superar el carácter dramático que acompaña el destino de la vida humana. Ayúdanos a discernir el rumbo correcto, para no sucumbir en el marasmo que vive nuestra sociedad. Amén.
Luis Perdomo
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