“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles ¿Acaso tienen un servidor que está arando o cuidando el rebaño? Y cuando este vuelve del campo, ¿le dicen acaso: ¿Entra y descansa? ¿No le dirán más bien: ¿Prepárame la comida y ponte el delantal para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Y quién de ustedes se sentirá agradecido con él porque hizo lo que le fue mandado? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que no hacíamos falta, hemos hecho lo que era nuestro deber.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor al Beato Juan Duns Scoto, nació en la localidad escocesa de Duns, condado de Berwick hacia 1266. Excelso franciscano, virtuoso y brillante teólogo, aclamado como doctor subtilis, es también conocido como doctor mariano y doctor del Verbo Encarnado por su encendida defensa de la Inmaculada Concepción. Murió el 8 de noviembre de 1308. Juan Pablo II lo beatificó el 20 de marzo de 1993, aunque ya había confirmado su culto ab immemorabili tempore el 6 de julio de 1991.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 17, del verso 8 al verso 10. En el que se narra una breve parábola sobre el siervo y en el que se presentan dos aspectos aparentemente contrapuestos. Si lo interpretamos de manera literal, los responsables de los grupos pastorales, de las comunidades cristianas, los jefes de familia, jefes o gerentes responsables de un grupo laboral, podríamos vernos representados en el amo a quien el criado o empleado, tiene que atender a sus requerimientos personales, después de haber trabajado duro toda una jornada.
Si le damos una interpretación alegórica, entonces el relato toma otro derrotero, ya que los responsables de los grupos pastorales, de las comunidades cristianas, los jefes de familia, jefes o gerentes responsables de un grupo laboral, somos los siervos llamados a apacentar el pueblo de DIOS, compartiendo con Ellos, el pan de la vida. Porque el único dueño de todo y de todos es DIOS, ante Él nadie puede vanagloriarse por el servicio desempeñado, porque para eso hemos sido llamados y solo hacemos lo que nos corresponde hacer.
Y es que el sello distintivo de un cristiano es el servicio diligente y desinteresado, y es lo que marcó la diferencia con la práctica de la religión judía, que cambiaba favores divinos por ofrendas en dinero, alimentos y animales para el sacrificio, manteniendo una creencia de que, si doy bienes para los sacrificios del Templo, entonces DIOS me recompensará con muchos bienes materiales y con mucha descendencia y podré presumir ante toda la sociedad de ser un predilecto de DIOS. Pero en la lógica cristiana esto no es así, ya que la acción del servicio es valiosa en sí misma y el valor agregado de esta acción es la Gratuidad.
Al confrontarnos con el texto, vemos que a la mayoría de los seres humanos nos gusta que toda acción u obra que realizamos, sea gratificada o recompensada con algo, eso nos hace sentir bien y forma parte de los estímulos que necesitamos para crecer o para demostrar nuestras capacidades y talentos. Por eso es que JESÚS nos plantea, que no hay que esperar aplausos, gratificaciones o menciones especiales por la tarea que realizamos por la Consolidación del Reino de DIOS, ya que nos debe bastar con saber que formamos parte de un Proyecto Maravilloso que trabaja de manera silente por la transformación de la humanidad.
Y al igual que los cristianos de las primeras comunidades, nosotros tenemos hoy el desafío de romper con la estrategia de la cultura mercantilista que programa reacciones para responder únicamente al estímulo de la recompensa o de la gratificación. Porque nada hay más valioso que lo que no tiene precio, como el Amor y nada hay más gratificante que lo que se hace sin esperar recompensa.
Por eso hoy es el día para preguntarnos: ¿Actúo como el amo insensible, que exprimo todas las fuerzas, los sueños y esperanzas de mis semejantes, para mis beneficios personales? ¿Soy el siervo que hace todo esperando un reconocimiento, o una paga por cada una de mis acciones a favor de mis semejantes o en la difusión del Evangelio? ¿Soy el siervo inútil, consciente de mis limitaciones, que asumo con alegría el servicio para el cual he sido llamado?
Señor JESÚS, Tú nos enseñas con los avatares de cada día, a descubrir el gozo por el servicio, hecho con amor, sin esperar nada a cambio. Ya que Tú mismo Eres el Remanso de Paz para los que actúan de esa manera. Amén.
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