“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Esta gente niega que haya resurrección, y por eso le plantearon esta cuestión: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si un hombre tiene esposa y muere sin dejar hijos, el hermano del difunto debe tomar a la viuda para darle un hijo, que tomará la sucesión del difunto. Había, pues, siete hermanos. Se casó el primero y murió sin tener hijos. El segundo y el tercero se casaron después con la viuda. Y así a los siete, pues todos murieron sin dejar hijos.

Finalmente murió también la mujer. Si hay resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, puesto que los siete la tuvieron?» Jesús les respondió: «Los de este mundo se casan, hombres y mujeres, pero los que sean juzgados dignos de entrar en el otro mundo y de resucitar de entre los muertos, ya no toman marido ni esposa.

Además, ya no pueden morir, sino que son como ángeles. Son también hijos de Dios, por haber nacido de la resurrección. En cuanto a saber si los muertos resucitan, el mismo Moisés lo dio a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Él no es Dios de muertos, sino de vivos, y todos viven por él.» Intervinieron algunos maestros de la Ley, y le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Pero en adelante no se atrevieron a hacerle más preguntas”

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a nuestra querida Madre María, bajo la advocación a la Divina Providencia, Patrona de Puerto Rico. Esta es una advocación Mariana que se originó en Italia en el siglo XIII. Y al ser nombrado obispo de Puerto Rico el catalán Gil Esteve y Tomás, trajo consigo esta Devoción que conociera en sus años de seminarista. El Papa Pablo VI declaró a Nuestra Señora de la Divina Providencia Patrona Principal de la Isla de Puerto Rico, mediante un decreto firmado el 19 de noviembre de 1969.

Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 20, versos del 27 al 40. En el que se narra la falacia, chanza y hasta burla de los opositores de JESÚS, para rebatir Su enseñanza sobre la Resurrección de los muertos. Por eso traen a colación la historia de una mujer que ha enviudado repetidas veces, y por el cual utilizan el número emblemático del siete.

Pero JESÚS, Fortalecido con la Sabiduría del PADRE, no se altera, ni se inmuta ante sus necedades, y demostrándoles mucho AMOR y Tolerancia, le riposta que, ya que ellos le han citado a Moisés y a la LEY en la que ellos dicen creer, entonces deberían darle el sentido exacto a la Palabra de DIOS, que es un “DIOS de vivos y no de muertos”. Que lo certifica al decirle a Moisés: “YO SOY el DIOS de Abraham, de Isaac y de Jacob”, es decir de un trío que no han muerto, sino que ha perdurado en el tiempo.

Y es que a pesar de que estos Patriarca murieron físicamente, DIOS sigue cuidando a Su Pueblo, en el que nunca la muerte ha podido destruir el AMOR y la Fidelidad de DIOS para con sus hijos. Esa certeza del AMOR incondicional de DIOS PADRE Y MADRE, debe de ayudarnos a mantener siempre una memoria agradecida con todos nuestros antecesores Padre, Madre, Abuelos, Tíos, Bisabuelos, a quienes recordamos con mucha veneración y que, nos han dejado como herencia la riqueza de nuestra fe, los valores familiares, las tradiciones y el acervo histórico, que no mueren porque siguen vivas en nuestra identidad cultural.

Al confrontarnos con el texto, vemos que eso de la Resurrección de los muertos o vida después de esta vida, no es fácil de entender, y nuestras limitaciones humanas no nos permiten comprenderlo con claridad. Y solo la Fe en DIOS, nuestro PADRE, nos permite desarrollar la Confianza necesaria para aceptar lo que está escrito en el Antiguo Testamento y que JESÚS Vino a hacerlo Realidad con Su Predicación y con su Gesto de AMOR de morir por nosotros en la Cruz, tal como nos los enseña la Iglesia: «Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe»(1 Co 15,14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido” (CEC 651).

Y es esa la enseñanza que hoy nos da nuestro Maestro, que, es la de entender que el disfrute del Banquete de la Vida Eterna dependerá de lo que desde ahora hagamos, por tener una opción decidida para defender la dignidad de esta vida transitoria. Ya que gozar la Vida Nueva, es practicar continuamente la justicia y el amor por los demás. Es tener la certeza de alcanzar en la vida espiritual, una Vida plena, cuyo fundamento nace en el hoy de nuestras relaciones con nuestros semejantes que nos lleven a construir una sociedad más humana, más justa y solidaria.

Señor JESÚS, hoy me acerco a Ti con mis limitaciones para decirte que, a pesar de mis miedos ante la incertidumbre de la muerte, tengo mi confianza puesta en Tú Palabra, para poder reconducir mi vida, sirviendo y amando a mis semejantes. Amén.

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