“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: a ustedes, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa. Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles. Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá. Manténganse firmes y se salvarán”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Andrés Dung-Lac, Presbítero y 116 compañeros mártires de Vietnam. Es memoria obligatoria la conmemoración de los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVIII y XIX, proclamados santos por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 19 de junio de 1988, se celebra a mártires que ya habían sido beatificados anteriormente en cuatro ocasiones distintas: sesenta (64) y cuatro, en 1900, por León XIII; ocho (8), por Pío X, en 1906; veinte (20), en 1909, por el mismo Pío X y veinticinco (25) por Pío XII, en 1951.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 21, del verso 12 al 19. En el que JESÚS trata de animar a sus seguidores, frente a las acciones que vendrán sobre Él y sobre ellos por haber asumido una actitud crítica en contra de las autoridades judías que, en connivencia con los romanos, explotaban al pueblo y le quitaban su dignidad.

El Maestro dirige estas palabras de aliento porque sabe que la misión de los cristianos de luchar en contra del mal y de quienes lo ejecutan, es sumamente riesgosa. Pero si se asume esta opción hay que resistir, porque no se trata de abandonarse pasivamente a la persecución que puede venir hasta de los más allegados. Por lo que, les tocará aguantar e ir contra corriente, y con tal actitud de constancia cada uno configurará su personalidad con el Maestro. El consuelo está en que recibirán para defenderse un lenguaje y una sabiduría irrefutable y tendrán la garantía de DIOS.

Ya que, antes del triunfo final los discípulos deberán de superar la prueba de la persecución, de la exclusión y de las injurias. JESÚS, se lo ha dicho repetidas veces: “No es el siervo más que su Señor; si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán”. Por eso las primeras comunidades cristianas, vivieron duramente esta experiencia, pero a vez pudieron experimentar con mucho gozo la asistencia del prometido Paráclito, tal como lo expresó San Pablo: “ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”.

Al confrontarnos con el texto, podemos ver que no se puede pretender enfrentar las injusticias presentes en el mundo, sin que al mismo tiempo ese mundo se vuelva en contra. Por lo que hay que recordar que, el mérito del cristianismo en sus primeros tiempos de existencia es el de haber servido de levadura para transformar la situación de opresión de millones de personas marginadas. Pero lamentablemente tal como nos sucede ahora, sufrió la tentación de asimilarse a la cultura dominante y terminar siendo parte de lo que quería cambiar.

Quizás terminamos sufriendo la metamorfosis que, evoca un refrán popular: “que hasta el hacha más afilada termina domesticada por el bosque que pretende cortar”, es decir que el filo inicial con el que comienza a cortar, a medida que pasa el tiempo no se puede conservar. Pasa igual con los cristianos que al inicio, quizás por la emoción de ese primer encuentro con JESÚS, le ponemos mucho empeño a cada una de nuestras actividades y entendemos perfectamente cuales son las cosas malas que nos separan de DIOS, pero poco a poco nos vamos enfriando y terminamos haciendo las cosas tan igual o peor que antes.

Por eso es que una buena alternativa para cada uno de los que nos llamamos seguidores de JESÚS, es la de mantenernos en una constante oración y dejar que JESÚS nos dé nuevamente la prudencia y la elocuencia de Su Palabra, para volver una y otra vez a su Fuente Original. Y poder tener los argumentos y las acciones necesarias para evaluar y corregir nuestras desviaciones y de esta manera dar testimonio de un verdadero compromiso cristiano, en un mundo que se empeña en caminar de espalda a los designios de DIOS.

Señor JESÚS, Tú te has entregado por nosotros y nos pides estar dispuestos y a dar testimonios de Ti, haciéndole frente a las injusticias, a las avaricias y a las exclusiones. Danos la fuerza necesaria para poder resistir, ya que no es fácil hacerlo sin Ti. Amén.

Luis Perdomo

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