En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajador; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
Hoy celebramos el Segundo Domingo de Adviento, en el que se nos hace un fuerte llamado a la CONVERSIÓN. Retumba la voz de Juan El Bautista que nos invita a un cambio radical de vida y a una CONVERSIÓN de corazón.
Ya que solo se puede vivir la esperanza si hay una auténtica CONVERSIÓN, porque la ESPERANZA sin CONVERSIÓN es una falsa ilusión, que solo produce frustración y engaño. Por eso es que la ESPERANZA debe de ser vivida activamente, para poder CONVERTIRNOS radicalmente.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 3, del verso 1 al verso 6. En el que se narra el inicio de la actividad pública de Juan el Bautista, situando los acontecimientos salvíficos en un tiempo concreto de la historia y en un espacio específico, que es el desierto de Judea.
El tiempo del emperador Tiberio y demás personajes que allí se nombran, corresponde al año 28 o 29 d.C. Argumento que es usado por el Hagiógrafo para hacer notar que la Obra de la Salvación se inscribe en la historia Universal, porque el perdón de los pecados que anuncia Juan no se ofrecerá sólo a Israel, sino a toda la humanidad.
Y es que el Evangelista Lucas presenta con precisión y solemnidad la Misión de ser Precursor del Mesías, asignada a Juan el Bautista, que tiene su origen en DIOS, la cual entrelaza magistralmente con los dichos por los Profetas en el Antiguo Testamento.
Ratificando que DIOS se Revela en medio de la historia y los acontecimientos que se desarrollan en la vida de los conglomerados humanos. Para ello hace una relectura del libro del Profeta Isaías (40,3), donde se anuncia la vuelta del exilio del pueblo de Israel, que se describe como un nuevo éxodo.
Lo que nos hace inferir, que, para Lucas, JESÚS comienza también un nuevo éxodo, preparado por la predicación de Juan Bautista en el desierto, que es una narrativa muy particular, ya que mientras Marcos y Mateo, citan este texto de Isaías sólo en parte, Lucas lo cita completo, incluyendo: “y todo mortal verá la salvación de DIOS”, se entiende así, su intención de mostrar a sus destinatarios la apertura universalista de la Acción Salvífica de JESÚS, que tiene su centro de irradiación al pueblo de Israel y desde allí abrirse “hasta los confines del mundo”.
Al confrontarnos con el texto, vemos que se nos hace una invitación a “Preparar el Camino del Señor”, haciendo un alto en nuestras labores cotidianas, para entrar en un diálogo profundo con nuestra conciencia, poniendo al lado de nuestros acciones malas y buenas, el Amor sin medidas de DIOS que se Encarna en la Persona de JESÚS para enseñarnos a ser más humanos y a vivir la Plenitud de la Felicidad.
Al entrar en esa conversación de amigos, podremos revisar la cantidad de rencores, codicias, resentimientos, frustraciones y envidias, que hemos acumulado en nuestros corazones y también los males y heridas que hemos causado a nuestros semejantes, en el año litúrgico que acabamos de finalizar y a pocos días de la conclusión del año civil, por lo que es necesario prepararnos para iniciar “el Camino” hacia la Salvación, que anuncia Juan el Bautista.
Entendiendo que prepararnos para hacer “el Camino del Señor”, es sanar nuestros corazones y limpiar nuestras conciencias, para entrar en una comunión fraterna con nuestros semejantes y con DIOS, viviendo a plenitud este tiempo de Gracia que es el Adviento o Advenimiento de DIOS, que irrumpe en la temporalidad del mundo para transformar los corazones e inaugurar “la Civilización del AMOR” fundamentada en la Justicia, la Paz y la Fraternidad, e invitándonos a ser Testigos de ese Gran Acontecimiento.
De allí la necesidad de renovar nuestro compromiso Bautismal de ser Profetas comprometidos en el Anuncio de la Palabra, para animar a una sociedad agobiada y desesperanzada, haciéndoles saber que el mal no tiene la última palabra, tal como nos los dice DIOS a través del Apóstol San Pablo: “donde abundó el pecado, sobreabunda la Gracia” (Rom 5,20), Y con esa claridad asumir el reto de enfrentarnos al contexto político, social, económico, cultural y religioso en el que vivimos, urgido de voces como la de Juan Bautista, que “griten en el desierto” y que inviten con insistencia a la CONVERSIÓN personal y comunitaria.
Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario para escuchar “la voz que clama en el desierto” de nuestra conciencia, y con la Fuerza de Tu Espíritu sanemos nuestro corazón y ayudemos a otros a transitar el Camino de Tu Gracia y Salvación. Amén.
Luis Perdomo
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