«En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»

Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.» Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, y dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!» Los discípulos se extrañaron de estas palabras.

Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.» Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»

Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.» Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

En este Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos en honor a San Daniel Comboni, que nació el 15 de marzo de 1831. Hijo de unos campesinos bien pobres. Llegó a ser el primer Obispo de África Central y es uno de los más importantes misioneros de la Historia de la Iglesia en esa área geográfica. Es fundador de dos Institutos misioneros. Muere en Sudán, a los 50 años. Fue canonizado por el Papa San Juan Pablo II, en el año 2003.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 10, del verso 17 al verso 30, donde JESÚS invita a  todos sus interlocutores a seguirlo y a ser parte de Su Comunidad, observando a plenitud los Mandamientos de la Ley de DIOS, ya que la Bondad Procede de DIOS y  es poniendo en Práctica Su Palabra como el ser humano logra avanzar hacia la plenitud de su realización, que es la de hacer realidad el Plan de Felicidad de Dios para la humanidad y para cada persona de manera particular. El relato es desarrollado con dos escenas.

En la primera escena se narra un diálogo entre un hombre rico, que desde la óptica judía es fiel observante de la Ley y por ello se acerca a JESÚS para preguntarle: ¿qué debo hacer para ganar la Vida Eterna? JESÚS le responde con claridad, uniendo el cumplimiento de los mandamientos de la Ley con la ruptura que tiene que hacer con social y religioso imperante, solo así podrá tener libertad y autonomía para convertirse en un discípulo de JESÚS y a la postre ganar la Vida Eterna. La respuesta de JESÚS excede las expectativas del hombre rico, que con toda seguridad esperaba indicaciones para alcanzar la perfección de vida por medio de la ejecución de preceptos rituales u ofrendas especiales en el Templo.

En la segunda parte del texto, se refiere a las personas que siguen a JESÚS y que han abandonado sus antiguas seguridades para ser parte de su comunidad y para obtener algo superior que es la de tener un puesto en el Banquete de la Vida Eterna. Y es que todos los que aceptan las exigencias de JESÚS para dejar casa, hermanos, madre, hijos, campo, Él les dice que construirán mucho más de lo que han dejado, porque tendrán una nueva manera de ser y de relacionarse, con sus semejantes, siendo pilares fundamentales en la Instauración del Plan Salvífico que desde siempre ha tenido DIOS para la humanidad y que tiene que nacer primero en el corazón de cada uno de sus seguidores.

Al confrontarnos con el texto, vemos que JESÚS no presenta un desafío de revisar nuestro comportamiento sobre lo que está escrito en el libro del Éxodo, referente a los Mandamientos de la Ley de DIOS, Desafío que va más allá del simple cumplimiento de preceptos particulares, por lo que JESÚS no hace énfasis en los primeros tres Mandamientos dedicados a la Relación con DIOS, sino que pregunta sobre los otros siete Mandamientos, donde se pone en evidencia lo prioritarios que es para el Maestro la relación con nuestros semejantes: «no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Los cambia de su orden tradicional, y añade uno nuevo: «no estafarás».

Será porque «la estafa», es la falta que ha perdurado en el tiempo, y es un delito que pareciera insignificante, pero es la falta más acrecentada, porque casi todos los seres humanos en algún momento de nuestras vidas hemos estafado al fisco, a nuestra familia teniendo infinidades de vicios y haciendo ver que no los tenemos, a la sociedad viviendo de apariencias, a nuestra comunidad religiosa, ya que somos unos fieles practicantes, pero que lejos estamos de vivir la Misericordia.

Esas es la razón por la que las relaciones de poder, de riqueza, de status social o de falsas posturas, no caben dentro de la mentalidad de todos aquellos que forman parte de la comunidad de JESÚS, ya que hay que desprenderse de todos los obstáculos que nos impida cumplir y hacer la Voluntad de DIOS y que no nos permitan llegar a la experiencia de los Valores de Fraternidad y de Solidaridad. Ya que los Valores del Reino de DIOS no están establecidos por los elementos monetarios, ni por los intereses mezquinos de los bienes personales, por eso es que JESÚS declara con firmeza: ¡qué difícil es para los ricos entrar en el Reino de los Cielos!

Señor JESÚS, ayúdanos a no amarrarnos a los bienes transitorios y efímeros, teniendo el desprendimiento necesario, para ser fraternos y solidarios con las necesidades de nuestros semejantes y de esta manera vivamos el advenimiento de Tu Reino en medio de nosotros. Amén.

Luis Perdomo

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