«En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos en honor a San Valentín, legendario y conocidísimo santo, patrono de los enamorados debido a su preocupación por la santificación de los matrimonios cristianos y la felicidad de las parejas. Feliz día de los enamorados y de la amistad para todos.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Marcos, capítulo 8, del verso 11 al 13. En el que se narra un encuentro de JESÚS con los fariseos, que le piden un signo del cielo, un milagro o algo extraordinario que lo identifique, es decir una prueba evidente que los convenciera a ellos, de que verdaderamente Él era un Enviado de DIOS.
JESÚS no les responde, se limita a lamentarse de que haya gente que busca manifestaciones divinas, que se impongan desde afuera, de modo extraordinario, anulando la libertad humana y la misma Fe, para entender que es en el corazón del hombre donde brota el mayor signo de la Presencia de DIOS. Por eso es que a JESÚS le molesta que los fariseos le pidan un signo para probarle. Ya que, Él mismo es el Signo: una vida entregada como Signo del Amor sin límites de DIOS por la humanidad, traducidos en los innumerables milagros y sanaciones que ha hecho por todos los poblados que iba recorriendo.
Ante la incredulidad de sus interlocutores JESÚS, se retira, dando por terminado el diálogo, que no produce respuestas positivas hacia su persona. Y es que DIOS, no Se Revela ordinariamente en gestos espectaculares, sino en modo discreto y hasta silencioso. Pero los fariseos intentan manipular a DIOS y ahorrarse el camino arduo de la Fe, que es la única actitud con la que continuamente podremos experimentar los auténticos signos de DIOS en el mundo.
Al confrontarnos con el texto y revisar el día a día, de nuestras vidas personales y comunitarias, quizás nos pudiéramos identificar con la actitud obstinada de los fariseos que ponen a prueba al Señor, pidiéndole un signo para poder creer en Él. Y asimilar esta enseñanza con las dos palabras claves que nos presenta el Evangelio: pruebas y signos, porque sin lugar a dudas, ambas son parte constante de nuestro crecimiento personal.
Ya que las pruebas son las circunstancias adversas que llegan a la vida de toda persona que se decida a seguir a JESUCRISTO. En ocasiones proceden del entorno, cuando consciente o inconscientemente, ponen obstáculos al Evangelio. Otras veces vienen del propio corazón, cuando busca y desea otros dioses distintos al DIOS verdadero, pero si logramos superarlas, entonces habremos alcanzado un grado de madurez de la Fe y de mucha estabilidad en nuestras vidas, tal como nos dice el Apóstol Santiago: «Ya saben que, cuando su Fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a tener paciencia, y la paciencia les ayuda a llegar a la perfección, y así serán hombres completos y auténticos, sin que le falte nada» (Sant 1,3-4)
Y es que el tener que ir superando pruebas, unas pequeñas y otras grandes, nos va haciendo firmes en la Fe. No por nuestra fuerza, sino porque la prueba nos hace levantar la mirada ante Aquél que nos da la fortaleza, para arraigarnos más en Él, poniendo en sus manos nuestra vida. Muestra de eso, son los mártires de todos los tiempos, que en medio de la mayor prueba de su debilidad, DIOS le dio la fortaleza para asumir con valentía ese momento crucial.
Por eso es que cada vez que se nos presente una prueba, debemos mirar al Señor. Y cuando necesitemos algún signo, debemos mirarle de nuevo, ya que en Su AMOR Crucificado se encierra el secreto del aliento para toda lucha contra los males terrenales y espirituales, y se fortalece la perseverancia de la vida cristiana. De allí que hoy es el día para preguntarnos: ¿necesito de signos o señales milagrosas, para darle sustento a mi fe? ¿me basta el Testimonio de JESÚS, para enrumbar mi vida o ando tras la búsqueda de otros signos?
Señor JESÚS Ayúdanos a entender que es en el corazón del hombre donde brota el mayor Signo de Tu Presencia liberadora, y cada vez que se nos presente una prueba, debemos mirarte a Ti. Ya que, en Tu Crucifixión, está el secreto para el fortalecimiento de nuestra Fe, con la cual podemos enfrentar los males terrenales y espirituales. Amén.
Luis Perdomo
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