«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que los recibe a ustedes me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, se lo aseguro.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana.

En este Décimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, la Iglesia Venezolana celebra un año más de la Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento del Altar, acto litúrgico que se efectuó el 2 de julio de 1899. Compartimos aquí el primer párrafo de la oración que se elevó a Dios ese día: Soberano Señor del Universo y Redentor del mundo, Clementísimo Jesús, por un prodigio de Tu Caridad te has quedado con nosotros en este Sacramento hasta el fin de los siglos, aquí venimos a proclamarte solemnemente nuestro único Rey y dominador Santísimo. A quien consagramos todos nuestros afectos y servicio, en quien ponemos toda nuestra esperanza.

En la liturgia del día meditamos los textos: 2Re 4,8-11.14; Sal 88; Rom 6,3-4.8-11 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 10, desde el verso 37 al 42. en el que JESÚS les da unas instrucciones a sus discípulos en un lenguaje bien difícil de asimilar y muy escandalizante para las conciencias dormidas. Es un lenguaje que expresa la radicalidad y la novedad de Su Propuesta. Y de alguna manera retrata lo que ya estaba sucediendo en las familias de Galilea, porque, Su lenguaje estaba provocando divisiones y diversas opiniones sobre Su Identidad como Mesías.

Teniendo claro que JESÚS no promueve la guerra, ni el odio entre los miembros de una familia consanguínea, ya que nadie, como JESÚS nos ha hablado de DIOS como PADRE y MADRE de la Ternura. Pero lamentablemente este mundo se ha llenado de tantos odios e injusticias que para cambiarlo hay que optar por la Radicalidad del Evangelio.

Esta Radicalidad desestabiliza hasta los más íntimos, por lo que es necesario romper la cerrazón individualista de la familia consanguínea, para abrirse a la familia extensiva, de todos aquellos que hemos decidido sustentar nuestras vidas en la Roca que es la Palabra de DIOS. Y es lo que genera la contundente expresión de JESÚS: «el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará» (Mt 10,38-39).

Al confrontarnos con el texto, vemos que, aunque el ideal del Evangelio sea la Justicia y el AMOR, esto no quiere decir que el conflicto esté ausente de su realización, ya que no hay AMOR sin exigencias de justicia y no hay justicia sin conflictos. Por eso es que el Evangelio nos pone en guardia con respecto al conflicto generacional por el que se enfrentan padres e hijos, particularmente en épocas de cambios radicales como la que estamos viviendo.

Evidentemente que este conflicto supone una toma de decisión respecto a la Propuesta de JESÚS: o sea aceptan Sus Valores o nos dejamos llevar por los antivalores del mundo. Y es que Amar a JESÚS, exige también abrazar Su Causa, es asumir el conflicto que Su Mensaje genera y es aceptar a todos aquellos que como Él se comprometen a realizar la Voluntad de DIOS en los ideales del Servicio y la Justicia, que son los fundamentos de la «Civilización del AMOR».

Esa es la razón por la que el Evangelio nos habla de la recompensa de quien acoge a un Profeta, al Justo, y al Discípulo. Y es esa la razón profunda por la que la hospitalidad se convierte para el cristiano en algo más que una norma o una tradición. Ya que, JESÚS nos dice que recibir al que se acerca a nosotros, abrirle nuestra casa y nuestra amistad es como recibirle a Él. Por lo que podemos decir que la clave de la enseñanza de hoy, es entender que cada vez que alguien toque la puerta de nuestra casa es JESÚS que nos llama y nos pide albergue o ayuda.

Señor Jesús, en Tus manos ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de nuestra Patria. Muchos te hemos ofendido y como el hijo pródigo hemos disipado en los desórdenes carnales Tu Herencia, perdónanos y haz que volvamos con espíritu contrito a Tu Casa y a Tus Brazos. Amén.

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