“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

En este Décimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a San Pedro Crisólogo, que significa ‘palabra de oro’, sacerdote italiano, arzobispo de Rávena, santo, Padre de la Iglesia y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIII en 1729. Nació en la ciudad de Imola, en la Emilia, en el año 380 y murió el 30 de julio del año 451.

En la liturgia del día meditamos los textos: 1Re 3.5.7-12; Sal 118; Rom 8,28-30 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 13, desde el verso 44 al 52. En el que meditamos de manera continuada, que se nos han presentado en los tres últimos domingos, el Sermón de las siete parábolas, cifra perfecta, que se desarrolla en el capítulo trece de este Evangelio. De esas siete parábolas, hoy se nos invita a confrontarnos con las tres últimas: a) el tesoro escondido; b) la perla preciosa; y c) la red de pescar.

Muy pertinente es destacar que escritor sagrado nos presenta el desarrollo del discurso de las Parábolas, con dos escenarios distintos, ya que las primeras cuatro parábolas las dirige el Maestro a la multitud, pero la explicación de la cizaña y la escucha de estas tres últimas parábolas solo es escuchada por los discípulos. Y es que la doble acepción de la palabra “parábola”: enigma o lección con argumentos imaginados, es utilizada para resaltar la condición de los destinatarios.

Se trata de diferenciar entre aquellos que consideran las parábolas como unas fábulas bien bonitas e interesantes y los que comprenden el sentido profundo de este mensaje porque tienen una configuración con el Ser y el Hacer de JESÚS.

Por eso es que JESÚS, concluye sus parábolas, con la expresión: ¡quien tenga oídos que oiga!, como diciendo: “no me tomen al pie de la letra, estén atentos al sentido profundo que quiero trasmitirles”.

En este texto casi resumiendo, les pregunta a sus interlocutores: ¿entienden esto? Ellos responden con un “sí”, muy alegre. Y el Maestro insiste en que se puede volver siempre a lo antiguo, pero teniendo la valentía de reelaborarlo y complementarlo en función de las nuevas necesidades.

Por lo que puede decirse que el párrafo “del maestro de la Ley”, convertido en “discípulo del Reino”, más que un simple apéndice del discurso de las Parábolas, representa la culminación del mismo. Con esta doble denominación el texto une dos aspectos básicos: “escriba”, perteneciente al ámbito del judaísmo y “discípulo”, término característico con el que se denomina a los miembros de la comunidad cristiana, se evidencia la unión de las dos etapas: la de la Promesa y la del Cumplimiento. Así mismo la distinción entre cosas Nuevas y Antiguas, refuerza la misma diferencia, y es este el Tesoro Único del Reino, que hay que encontrar y los discípulos así lo comprenden.

Al confrontarnos con el texto, vemos que las parábolas del tesoro, de la perla y de la red, nos invitan a que no dejemos pasar la ocasión cuando el Reino de DIOS se hace presente en medio de nosotros, ya que JESÚS nos dice que frente a las dificultades siempre hay alternativas de solución, y que si escudriñamos los signos de los tiempos con los ojos de la Fe, veremos que lo primero que tenemos que hacer es vencer nuestros egoísmos, ambiciones y codicias, esos es venderlo todo para adquirir la Perla que es el Reino de DIOS.

JESÚS mismo es un buscador del Reino. Buscó en la comunidad de Juan Bautista los signos de los tiempos. Dejó esa comunidad, se fue al desierto y desde allí trazó la tarea del Reinado de DIOS.

Para eso tuvo que dejar todo, su familia, su profesión su aldea y apegos de Nazaret, para convertirse en un Predicador Itinerante. Por eso es que hoy, cada uno de nosotros y por ende nuestra comunidad eclesial, debemos de reencontrarnos con el Mandato de Nuestro Señor JESUCRISTO, de hacer realidad el Reino de Dios con gestos concretos de AMOR, de Servicio y de Solidaridad con todos nuestros semejantes en todos los ámbitos donde nos encontremos.

Señor JESÚS, gracias por exponernos las naturalezas del Reino, sus vicisitudes y desarrollo, la novedad y exigencias que acarrea el asumirlo. Ayúdanos a entender cada una de Tus Palabras, para hacerla realidad en medio de una humanidad sedienta de Justicia y de Paz. Amén.

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