“En aquel tiempo Jesús marchó de allí y se fue en dirección a las tierras de Tiro y Sidón. Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio.» Pero Jesús no le contestó ni una palabra. Entonces sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Atiéndela, mira cómo grita detrás de nosotros.» Jesús contestó: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.» Pero la mujer se acercó a Jesús; y, puesta de rodillas, le decía: «¡Señor, ayúdame!» Jesús le dijo: «No se debe echar a los perros el pan de los hijos.» La mujer contestó: «Es verdad, Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo.» Y en aquel momento quedó sana su hija”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Juan María Vianney. Nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786; y murió en Ars el 4 de agosto de 1859. Una de las figuras más célebres de la historia de la Iglesia, es este Santo que hoy recordamos. Es el famoso cura de Ars, que transformó a esta ciudad con sus catequesis y ocupó por más de 40 años las primeras páginas de la pastoral francesa. Gran confesor y confidente. El 3 de octubre de 1874, fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial. En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Es el patrono de los Párrocos.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 15, verso 21 al verso 28, En la que se nos narra el encuentro de una mujer cananea con JESÚS en la región de Tiro y Sidón; es decir, fuera de los límites de Israel. La mujer le pide ayuda para curar a su hija endemoniada. JESÚS no le responde porque considera que DIOS lo ha enviado «sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». La insistencia de la mujer es tan fuerte que «obliga» a JESÚS a ensanchar su campo, a comprender que el AMOR del Padre no tiene límites.

Enmarcado en el contexto del discurso de los Panes, el Evangelio muestra que esta fiesta de la Salvación y el Pan, que, es CRISTO, es para todos, también para los paganos. Pero ellos sólo pueden ser admitidos a través de una FE sincera. Por eso es que, con su acción JESÚS muestra lo grave que es la negativa de Israel en aceptar el Plan de Salvación. Y al hacer hincapié en la FE de esa mujer le da, en un gesto de reconocimiento, al milagro solicitado; y es que, los paganos, a quienes de maneras despectiva los judíos llamaban, «Perros,» también tienen derecho a las migajas de la mesa.

Sin lugar a dudas que este pasaje de la mujer cananea, invita a la comunidad cristiana de todos los tiempos, a la plena aceptación de todos los seres humanos que quieran venir a formar parte de ella. La Fe de la mujer cananea y la curación de su hija ofrecen criterios claves a este respecto: cuando hay Fe en JESÚS, no es posible negar a nadie la entrada en Su Proyecto Salvador. Ya que todos estamos llamados a formar parte de la Familia de DIOS, porque el Don de la FE no está circunscrito a ningún pueblo en particular, ya que es una Gracia Divina.

Al confrontarnos con el texto, vemos que las acciones de los protagonistas de hoy, hacen posible la apertura del Plan de Salvación de DIOS, para la humanidad. En la que se destaca la figura valiente, casi atrevida, de la cananea ante el comportamiento cerrado de los discípulos y del propio JESÚS. Y también sorprende la apertura de JESÚS, Su Audacia para ir más allá de lo que considera razonable, y Su capacidad para hacer la Voluntad del Padre al escuchar Su Voz a través de los gritos de sus criaturas más necesitadas.

Por eso es que las acciones están conectadas, por lo que ha expresado JESÚS: “Mujer, ¡qué grande es tu Fe!”. Y es que la FE es el Pan del AMOR, capaz de sanar los males, y que convoca a todos los cristianos a unir esfuerzos para sanar en el mundo las heridas que dejan la discriminación cultural, racial, religiosa, política y económica, sobremanera en una situación como la que estamos viviendo, con una pandemia que no respeta frontera, credos, edad, ni condición social. De allí que hoy sea muy pertinente preguntarnos: ¿estamos viviendo este tiempo de crisis con los ojos puestos en JESÚS, o creemos que la solución de estos problemas los podemos buscar en nuestras propias fuerzas y conocimientos?

Señor JESÚS, la Fe nos lleva a reconocer que sólo en Ti, podemos encontrar la salvación y la verdadera curación espiritual. Aumenta nuestra Fe y concédenos la perseverancia y la audacia, necesaria para buscarte, superando todos los obstáculos y prejuicios que se nos presenten.

Amén.

Luis Perdomo

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