“En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Maximiliano Kolbe, Presbítero.  Nació el 8 de enero de 1894, en Zduńska Wola, en esas fechas parte del Zarato de Polonia, reino sometido al Imperio ruso, Murió en la Segunda Guerra Mundial. Había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de Auschwitz, el 14 de agosto de 1941. Fue un clérigo franciscano conventual y un gran propagador de la devoción al Inmaculado Corazón de María Cuando el Santo Padre Pablo VI lo declaró beato, a esa gran fiesta asistió el hombre por el cual él había ofrecido el sacrificio de su propia vida. Juan Pablo II, su paisano, quien lo declaró santo ante una multitud inmensa de polacos.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 19, del verso 13 al verso 15. En el que presentan unos niños a JESÚS, para que les imponga las manos. Los Apóstoles como buenos guardianes del Maestro, intentan apartarlos de Él. JESÚS les recrimina diciéndoles que no se lo impidan, ya que de los que son como ellos, es decir como los niños, es el Reino de los Cielos, y procede a imponerle las manos.

Bien pertinente es tener en cuenta el significado bíblico de la imposición de las manos, que es un gesto cargado de simbolismo. Ya que al posar las manos sobre la cabeza de alguien se está tocando a la persona entera y ambas personas entran en contacto con toda su dimensión. Podría decirse que quien le impone la mano al otro le está pasando algo de sí mismo.

En el caso del Evangelio de hoy, el signo es bellísimo. JESÚS, realza el valor de unas personas que son un cero a la izquierda en la sociedad de su época, para manifestar Su Fuerza de Salvación en ellos. San Pablo nos explica magistralmente: “Ha escogido DIOS lo débil del mundo, para confundir lo fuerte, lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido DIOS; lo que no es, para reducir a la nada a lo que es” (1Cor 1,27-28). Y es que solo los que se hacen como niños, es decir, los que se anonadan ante las Novedades del Reino de DIOS, son los que poseerán el Reino de DIOS.

Al confrontarnos con el texto, vemos cómo los niños vuelven a ser presentados por JESÚS, como modelos para sus discípulos de todos los tiempos. Y también vemos que los Apóstoles vuelven a tomar el papel de satanás, excluyendo a los niños por su condición social y poniendo obstáculos entre JESÚS y los niños. Por eso es que JESÚS, insiste en que el Reino de los Cielos, es para los que según los criterios del mundo no cuentan, es decir, “para los humildes y sencillos de corazón”.

Criterios mundanos, que muchos de los que nos llamamos seguidores de JESÚS también aplicamos a la hora de relacionarnos con nuestros semejantes. Lo que nos hace negar la Presencia de DIOS en nuestras vidas y en la vida de otras personas, poniendo así nuestros proyectos personales, por encima de los proyectos de DIOS. Acción evidente que nos hace reconocer con mucha humildad y con profunda aflicción que, al igual que los Apóstoles, los cristianos de hoy, con nuestro testimonio negativo, somos los que más barreras ponemos para que muchas mujeres y muchos hombres, no se enamoren del Proyecto de Vida de JESÚS, y más bien los alejamos.

Pareciera que nos cuesta mucho hacernos como niños, en un mundo donde la sencillez y la humildad pasan por niveles de altísima impopularidad, mientras que contravalores como el orgullo, la codicia y la prepotencia, ganan mucho terreno cada día. Por eso es que hay que trabajar con mucha intensidad y creatividad, para que el mundo conozca y viva los Valores del Reino, y donde los primeros que hay que hacer es un gran esfuerzo para despojarnos de todos nuestros prejuicios, y de todas nuestras prepotencias de creer que lo sabemos todo, y que no necesitamos de los otros. Si logramos ese cambio, entonces podremos alegrarnos, porque estamos en camino de nuestra Conversión.

Señor JESÚS, Regálanos un corazón contrito que rechace la prepotencia y la exclusión de nuestros semejantes, y siembra en nosotros la caridad necesaria, para hacernos como niños y desde esa condición Proclamar la Grandeza de Tu Reino. Amén.

Luis Perdomo

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