“En aquel tiempo, cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta entre otros santos en honor a San Bernardo. Abad y Doctor de la Iglesia. Nació en Borgoña, Francia, cerca de Suiza, en el año 1090, y murió el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años. La Iglesia lo canonizó en 1174 como san Bernardo de Claraval, y lo declaró Doctor de la Iglesia en 1830.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO según San Mateo, capítulo 22, del verso 34 al verso 40. En el que se nos dice que los fariseos, unas de las sectas judías que había en el tiempo de JESÚS, viendo que el Maestro, había tomado partido por sus ideas, fueron a preguntarle en torno al mandamiento más importante de la Ley de DIOS. Pregunta bastante capciosa, cuya intención no solo era para saber si el Maestro daba una respuesta acorde con sus conocimientos, sino que también llevaba el piquete de saber qué grado de compromiso tenía JESÚS con el Padre.
Esta pregunta del fariseo, le sirvió al Maestro para dar una catequesis sobre el gran significado de la misión de sus seguidores, que indudablemente tienen que estar configurados con Él, para poder realizarse en la doble dirección que exige el compromiso cristiano. Por eso es que, la Palabra y el ejemplo de JESÚS son bien claros: el Amor a DIOS y el Amor a los semejantes, en el que nos reconocemos todos como hermanos e hijos de DIOS, van de la mano. Más aún, el segundo, sobre todo en lo que concierne a los excluidos, es el mejor termómetro del primero.
Muy pertinente es recordar que la religión cristiana es una comunidad de relaciones, en dos direcciones y que le da explicación a nuestro signo de la Cruz. De manera vertical la comunidad y cada miembro en particular nos relacionamos con nuestro Creador y de manera horizontal, nos relacionamos con nuestros iguales, es decir con nuestros prójimos, por eso JESÚS, iguala en un solo mandamiento de AMOR, el Amar a DIOS y el Amar a nuestros iguales.
Y ese mandamiento que, de manera más explícita, nos los recuerda el SEÑOR, en la Primera Carta de Juan: “Si alguno dice: Yo amo a DIOS, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a DIOS a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a DIOS, ame también a su hermano” (1Jn 4,19-20). Así nos queda bien claro, nuestra identidad cristiana.
Al confrontarnos con el texto, vemos que con demasiada frecuencia los cristianos, incluso los más ‘cultivados’, contraponemos realidades que en el Plan de DIOS van de la mano y las presentamos como si unas excluyeran a las otras. Eso nos pasa con binomios como gracia y esfuerzo, acción y contemplación, dedicación a lo espiritual e implicación en las cosas de cada día, inserción local y catolicidad, estudio y compromisos concretos, e incluso en el caso que la Palabra nos plantea hoy, el Amor a DIOS y Amor al prójimo.
Por eso es que es bien oportuno este texto de hoy, porque nos pone en la ruta correcta, para decirnos que el AMOR, es la respuesta expedita a toda dicotomía, y que la ética cristiana tiene su base fundamental en el AMOR a DIOS y a nuestros semejantes. Porque sin AMOR, el cristianismo es sólo una ideología vacía y mentirosa. De allí que hoy sea el día, para preguntarnos: ¿Cómo vivo mi compromiso cristiano de ser Testigo del AMOR de DIOS? ¿Estoy claro que para poder Amar a DIOS primero tengo que Amar a mis semejantes tal como son y no como yo quisiera que fueran?
Señor JESÚS, regálanos Tu Espíritu de Amor, para que nos enseñe a ser auténticos y coherentes con nuestra Fe, y de esta manera ser servidores, y constructores de la “Civilización del AMOR” en un mundo que está sediento de Tu Paz y Tu Justicia. Amén.
Luis Perdomo
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