“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos”
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Medardo, hermano gemelo de San Gildardo. Que tienen muchas coincidencias en común: nacieron el mismo día, fueron consagrados Obispos el mismo día, ambos fueron amados y respetados por sus rebaños, por el gran celo pastoral en que lo condujeron y ambos murieron el mismo día, un 8 de junio del año 545.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 5, del verso 13 al 16, en el que se relata las palabras de JESÚS, dadas a sus discípulos, sobre el modo en que debían comportarse al momento de asumir la Misión para lo cual los estaba preparando. Las Palabras de JESÚS, les recuerda a sus interlocutores que Alianza de Sal era la alianza de DIOS con los sacerdotes, ya que muchos de ellos conocían la Escritura, por cuanto era duradera y aseguraba la permanencia del pueblo elegido por DIOS (Núm 18,19).
Y es que a partir de la identidad y de su unión con JESÚS los discípulos, requieren ejercer el mandato con “Sal de la tierra y Luz del mundo”. Mientras la Sal sirve para dar sabor, preservar los alimentos y abonar la tierra para el cultivo. La Luz ilumina la oscuridad. Ambas figuras ilustran las exigencias que implica ser Testigo de JESUCRISTO. Y ese es el Mensaje que hay que Transmitirle a los demás, pero teniendo como único objetivo dar Gloria al PADRE que está en los Cielos y no la presunción u ostentación personal.
Al confrontarnos con el texto, vemos que, si queremos ser discípulos de JESÚS tenemos que ser Sal de la tierra, porque tenemos el mandato de hacer entrar al mundo en la alianza de DIOS. Por lo que debemos mantener en el mundo las inquietudes por la justicia verdadera y, con esto, impedir que las sociedades humanas se estanquen en la mediocridad. Teniendo en cuenta, que, el mundo por sí mismo no sabe para qué lo llama DIOS, y los que se presentan como luces no lo serán jamás si no se hacen discípulos de JESÚS.
Y que seguramente en muchas ocasiones nos hemos preguntado de qué manera cada cristiano puede asumir su papel de discípulos en este mundo tan indiferente a las cosas de DIOS. Y por esa razón somos muchos los que nos desanimamos a diario, porque no nos creemos capaces de revertir esa situación. Por eso es que con la imagen de la Sal y de la Luz que JESÚS, nos regala hoy, nos fortalece y nos orienta para asumir de una mejor manera nuestra Misión.
Teniendo claro que NO todos los que escuchen la Palabra se van a convertir en seguidores de JESÚS, que sería lo más maravilloso que pudiera pasar, pero lamentablemente los intereses mezquinos de la humanidad no lo permiten. Por eso es que nuestro Señor JESÚS, quiere, que quienes nos llamamos sus seguidores, dejemos nuestras propias huellas en el mundo, y que mediante el testimonio de vida y nuestras obras de Misericordia el mundo tenga el Sabor y la Luz de JESÚS.
Ya que como cristianos estamos llamados hacer sentir nuestra presencia en el mundo, pero al hacerlo debemos implementarlo al estilo de JESÚS, que es el del AMOR, por eso hoy es el día para preguntarnos: ¿en los ambientes familiares, laborales, eclesiales y en general en cada sitio en los que interactuamos, estamos alumbrando con la Luz de Cristo y dando sabor con nuestras buenas obras? ¿En los ambientes de odio y de indiferencia, somos Sal para dar sabor a ese mundo insípido?
Señor JESÚS, Maestro de la Ternura, permítenos ser Sal de la tierra y Luz del mundo, para que vivamos cada día de nuestra existencia, irradiando Tu Amor a cada uno de nuestros semejantes con los que interactuamos diariamente. Amén.
Luis Perdomo
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