«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.»
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a San Medardo, hermano gemelo de San Gildardo. Que tienen muchas coincidencias en común: nacieron el mismo día, fueron consagrados Obispos el mismo día, ambos fueron amados y respetados por sus rebaños, por el gran celo pastoral en que lo condujeron y ambos murieron el mismo día, un 8 de junio del año 545.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 5, versos del 17 al 19, en el que JESÚS se presenta como «la plenitud de la Ley», y más que pedir el rigor en el cumplimiento de la Ley, pide la acogida y la fidelidad a la Voluntad del PADRE. Por esta actitud, podemos concluir, que el mismo JESÚS, más allá de tomar en serio su descendencia judaico-davídica, muestra que no existe una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y que Su Encarnación es el cumplimiento pleno de la Promesa hecha por DIOS a los Patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.
Darle plenitud a «la Ley» fue para JESÚS la única forma de generar los valores y actitudes para los cuales fue creada: el Servicio, la Justicia, el Amor, el Perdón, y la Paz. Y es que, las leyes fueron creadas para favorecer la convivencia humana y si esto no se cumple, todos ese andamiaje jurídico y ontológico, se corrompe, y terminan siendo objeto de manipulación a beneficio de unos y en detrimento de otros.
Y es que, la verdadera libertad que JESÚS vino a traer y el camino nuevo que Él nos vino a enseñar, que reconduce al hombre hacia DIOS, reconciliándose con los hermanos y con toda la creación, no significa ausencia de la Ley, sino más bien cumplimiento de la Ley del AMOR. Ya que, JESÚS no la abolió, sino que, la perfeccionó y la colocó en su debido lugar. Por lo que cada uno de sus seguidores, debemos ser cumplidores de la Ley, que nos hace más humanos, pero no esclavos de la ley ritualista o de apariencia, que nos aleja de DIOS y de nuestros semejantes sino cumplidores de la Ley del Amor que libera.
Al confrontarnos con el texto, vemos como, la nueva Ley propuesta por JESÚS no quiere oprimir ni condenar. Más bien nos alienta a descubrir que, por medio del Espíritu Santo llegamos a ser verdaderos artífices de una vida que se renueva y aprende a ser mejor persona, día a día. E insiste, además, que hemos de ser capaces de sopesar lo permanente de lo transitorio, las glorias y vanidades humanas a lo Glorioso en DIOS, la letra de la Ley frente a la libertad y dignidad humana.
Si entendemos esto a cabalidad, nos permitirá ver la madurez en nuestra práctica evangelizadora y nuestra propia vida, como un itinerario de crecimiento. Ya que, es un proceso de conversión que exige nuestra adhesión libre a la voluntad de DIOS y nuestra correspondencia a Su AMOR Misericordioso. Y con la ayuda del Espíritu Santo nos capacitamos, personal y comunitariamente, para suscitar esa Vida Nueva en JESÚS, favoreciendo el encuentro con Él en la comunidad fraterna.
Y de esta manera podamos ejercitar una Misericordia que, traduce «la Ley» en la solidaridad y acompañamiento a los más débiles; y una justicia que practica «la Ley» de la igualdad, la dignificación y la defensa de la vida. Es un examen muy oportuno para quienes en la Iglesia hemos puesto mayor énfasis al cumplimiento irrestricto de las normas y leyes, más que en la vivencia de la fraternidad cristiana. Ya que, lo que realmente nos invita a vivir, el Maestro, es a tener una experiencia auténtica de Fe y de comunión con DIOS, que nos haga capaces de vivir para los demás, amándonos y respetándonos mutuamente.
Señor JESÚS, concédenos Tu Bendición y Tu Gracia, para darle cumplimiento a Tu Ley del AMOR, que se traduce en la solidaridad y acompañamiento a los más débiles; y obteniendo como Justicia la igualdad, la dignificación y la defensa de la vida de todos los seres humanos. Amén.
Luis Perdomo
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