«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor! Hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros. Entonces yo les diré claramente: Nunca los conocí. ¡Aléjense de mí, ustedes que hacen el mal! Si uno escucha estas palabras mías y las pone en práctica, dirán de él: aquí tienen al hombre sabio y prudente, que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra aquella casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre roca. Pero dirán del que oye estas palabras mías, y no las pone en práctica: aquí tienen a un tonto que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra esa casa: la casa se derrumbó y todo fue un gran desastre.» Cuando Jesús terminó este discurso, la gente estaba admirada de cómo enseñaba, porque lo hacía con autoridad y no como sus maestros de la Ley».   

 Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

 La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San José María Cafasso. Nació en Castelnuovo de Asti, Italia el 15 de enero de 1811, y murió en Turín, Italia el 23 de junio de 1860. Presbítero piamontés. Destacó como confesor de San Juan Bosco y otros sacerdotes salesianos y diocesanos.

Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 7, del verso 21 al verso 29. En el que JESÚS, enseña a sus discípulos de todos los tiempos, la necesidad de estar atentos a Su Palabra y ponerlas en prácticas, porque solo quien la hace vida con su testimonio puede llamarse su seguidor. Y por eso es que la gente de Su tiempo, «estaba admirada de cómo enseñaba, porque lo hacía con autoridad y no como los maestros de la Ley». 

Y es que, la multitud que sigue a JESÚS, reconoce en Él la insólita capacidad de conectar el rigor de las exigencias éticas del Reino, con las urgencias cotidianas y la profundidad del mensaje con la sencillez para hacerse entender por los sabios y por los iletrados. Por eso es que los cristianos de todas las épocas, de las de ayer, de las de hoy y las del mañana, tenemos la obligación y la necesidad de cimentar nuestras opciones de vida en el Amor fraterno, la Solidaridad y el Perdón, tal como nos los propone nuestro Maestro JESÚS

  Al confrontarnos con el texto, vemos que es muy rico y nos suscita dos confrontaciones, la primera de ellas, es la de saber que una auténtica religiosidad no es cosa de andar gritando cada día «¡Señor, Señor!», ni de andar buscando milagros, sanaciones y exorcismos. Por lo que hay que tener claro, que todas las exteriorizaciones religiosas cristianas son sanas en la medida en que concurran a la gran realización del ideal de JESÚS de Nazaret: «el de Amarnos los unos a los otros, tal como Él nos Ama».

 Ya que, lamentablemente la mayoría de las veces las expresiones de la religiosidad popular, se reducen a la pura manifestación de la emotividad, pero no comprometen al cristiano en los valores auténticos del Evangelio. Por eso es que las múltiples manifestaciones piadosas, devocionales y emotivas deben de estar llamadas a ayudar al cristiano a identificarse con la propuesta de JESÚS y motivarlo en su seguimiento.

  La segunda confrontación que nos hace este texto, es la de invitar a la comunidad cristiana, a construir nuestra casa sobre la Roca, que es la Palabra de DIOS, o sea JESÚS que es el Verbo Hecho Carne. Él nos dejó en el Sermón de la Montaña una enseñanza imperecedera que culmina con la comparación entre el hombre prudente, que es el que pone su confianza en la Palabra de JESÚS para llevar a cabo los planes y proyectos de su vida, y el hombre tonto, que es el que pone su confianza en las banalidades del mundo para el desarrollo de su vida, y cada uno de acuerdo a su discernimiento verá en donde cimentar la construcción de su vida personal y comunitaria.

Por eso es que hoy es el día para preguntarnos: ¿Construyo mi vida sobre la Roca de las obras de la misericordia y de la solidaridad, o por el contrario estoy afanado por amasar fortuna y conseguir reconocimientos personales, sin importarme la ética y los valores cristianos?

  Señor JESÚS, ayúdanos a entrar en Tu Reino mediante la observancia de tus enseñanzas presentes en las Sagradas Escrituras, para poder ser útiles a las satisfacciones de las necesidades de nuestros hermanos y de esta manera poder colaborar en la construcción de un mundo más humano y solidario. Amén.         

 

Luis Perdomo

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