“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual».
En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San Antonio María Zacarías, que nació en Cremona, Italia, en 1502, y murió el 5 de julio de 1539.
Tenía apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas como si hubiera trabajado por tres docenas de años más, en este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella frase del Libro de la Sabiduría: «Vivió muy poco tiempo, pero hizo obras como si hubiera tenido una vida muy larga». El Papa León XIII lo declaró santo en 1897.
Esta fecha también es muy significativa para los venezolanos, ya que conmemoramos el Día de la Independencia de Venezuela.
La liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo, capítulo 9, del verso 32 al verso 38, en el que el evangelista completa su colección de diez relatos de milagros con una breve narración de la curación de un poseído y que además era mudo, a esta acción, le sigue un resumen de la actividad misionera de JESÚS y su llamada vocacional delante de las multitudes carentes y oprimidas. Por eso se hace referencia a la necesidad de obreros para la mies, es decir misioneros del Reino, dispuesto para asumir el compromiso.
JESÚS, con sus acciones amorosas, atrae y conquista a las multitudes, por eso los fariseos, dueños del poder institucional, se sienten amenazados en su prestigio y poder, y buscan el modo de destruirlo, difamándolo con acusaciones contradictorias de alianza con los demonios. Y frente a esta actitud de los poderosos, están las multitudes carentes y enfermas, resultado de su exclusión social, que despiertan la compasión de JESÚS.
Oportuno es recordar que la compasión es un sentimiento visceral de solidaridad con los que sufren, que mueve a un compromiso más allá de la piedad, y es ese el sentimiento profundo del Maestro.
Al confrontarnos con el texto, y ver el resumen de la obra misionera de JESÚS, que, sin pararle a sus detractores, se ocupa de las necesidades de la gente y pide a sus seguidores que rueguen por la existencia de más trabajadores del Reino, que se compadezcan de las necesidades de la gente.
Lo que nos lleva a recordar y a destacar que, la mayor crisis que enfrenta la humanidad es “la crisis de compasión”, dada por la incapacidad de conocer, reconocer y convivir con las diferencias y situación del “otro”, con sus virtudes y con sus defectos, con sus dones y con sus padecimientos.
Ante esta realidad tan dolorosa, la comunidad de creyentes tenemos un compromiso ineludible de reivindicar y atestiguar con nuestras acciones, el sentimiento humano que más define a JESÚS, que es su Compasión, y que es la clave, para configurarnos con Él, ya que, si no nos ponemos en el lugar del otro, sino vivimos a plenitud esa compasión, puede ser altruismo u otro sentimiento, pero eso no es lo que DIOS quiere, porque tal como lo ha expresado recientemente el Papa Francisco: “la misión no es proselitismo, sino Anuncio y Testimonio”.
Y es que la Buena Nueva de JESÚS es la liberación de los excluidos, oprimidos y el Don de la vida plena para todos. Y como discípulo, hemos recibido un mandato de JESÚS para acoger y promover la vida, en sus diversas manifestaciones y en los diversos contextos donde interactuemos.
Lo que supone sanar las relaciones rotas, fertilizar con AMOR a la familia, la comunidad de fe, la comunidad laboral y la sociedad en general, de tal manera que garanticemos las condiciones para hacer justicia, cultivar las reconciliaciones, la plena tolerancia y el respeto por el que piensa distinto.
Señor JESÚS, regálanos la intersección de Tu Espíritu, para que tome el control de nuestras mentes y corazones, para sentir la compasión que Tú sentiste ante el sufrimiento de la gente y paliemos con lo poco o lo mucho que tengamos, el hambre y las carencias de todos los que se topen en nuestro camino. Amén.
Luis Perdomo
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