Este martes, 2 de julio, se cumplen 47 años del asesinato de Felipe Pirela o mejor conocido como el «bolerista de América».
El cronista zuliano León Magno Montiel publicó un texto sobre el legendario «malquerido».
Al momento de ser asesinado Felipe Pirela, el 2 de julio de 1972 en las oscuras calles del viejo San Juan, en Puerto Rico, sólo tenía 30 años de edad. Había nacido en el barrio El Empedrao, en el pintoresco centro de Maracaibo, el 4 de septiembre de 1941.
Fue el octavo hijo de una familia humilde, conformada por Felipe Pirela Monsalve, un modesto albañil y una artesana de nombre Lucía Morón, bautizada así en honor a la patrona de esa barriada luminosa, situada frente al lago: Santa Lucía, nombre que significa “La que posee la luz”.
La negra Lucía, como la llamaban en el barrio, fue quien impulsó a cantar al pequeñín Felipe, lo sobreprotegió, fue su celosa tutora.
La madrugada del 2 de julio, Felipe había terminado su actuación en el bar-cabaret El Molino Rojo, donde lo habían contratado por una corta temporada, poco antes de partir de gira a República Dominicana.
Ese día habló con su socia Paquita Berrío en tono alegre y le comentó que al día siguiente se verían en el hotel Borinquen Tower, donde residía el cantante, para darle una buena noticia. Ella intuyó que se trataba de un importante logro artístico, algún contrato que esperaban.
Esa noche calurosa de julio, a Felipe fue a buscarlo en su camerino el asistente de Luis Medina Rosado, quien horas más tarde disparó el arma que le quitó la vida al bolerista. Medina Rosado estaba involucrado en distribución de drogas en la “Isla del Encanto”, con reputación de mafioso, timador y hombre violento. Al parecer, Medina intentó involucrar en ese mundo degradado al talentoso cantante zuliano, y este se negó.
Felipe Pirela grabó un total de nueve discos de larga duración como integrante de orquestas, 24 álbumes en solitario, y tres producciones colectivas, donde destacaron los arreglos del maestro dominicano Porfi Jiménez. Fueron 36 producciones en total.
Actuó en Colombia, en México donde grabó al lado del maestro Armando Manzanero y con esa producción se ganó la designación como “El Bolerista de América”. También estuvo en Estados Unidos, Montreal, República Dominicana y en Puerto Rico.
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